Debido a la gran cantidad de público que no pudo ingresar en la primera proyección, el filme se exhibirá nuevamente.
"Sueño" (Bi-mong) es el título del largometraje número 15 (en sólo doce años) del director surcoreano Kim Ki-duk, conocido por títulos como "Hierro 3", "El arco", "Primavera, verano, otoño, invierno, primavera".
"Sueño" tiene todos los elementos que Kim Ki-Duk acostumbra a brindar en sus films. La cuota dramática es alta y la trama se desarrolla sin dar muchas pistas o porque no, dando pistas falsas para hacer una película imprevisible en cuyo final los detalles son tan exquisitamente aplicados que mejoran aún más la impresión que queda en el espectador.
Jin se despierta de una pesadilla en la que ha protagonizado un accidente de tráfico camino a casa de su ex novia. El sueño le lleva a ese lugar, donde se encuentra con las consecuencias de un accidente ocurrido de la misma forma que en su pesadilla. Sigue a la policía hasta la casa de la sospechosa y ve a Ran negar la acusación de provocar el accidente alegando que ha estado dormida toda la noche. Jin les cuenta su sueño y pide que le acusen a él en su lugar. A pesar de que la policía lo toma por loco y arresta a Ran, Jin está convencido de que existe una conexión entre ambos…
Con "Sueño", Kim Ki-Duk muestra el último recorrido que le quedaba a sus amores torturados y extremos por andar: el del sueño, como fuga de la pesadilla de la vigilia, y lo hace a través de una pose paradójica, mientras un amante duerme, el otro vive lo que este sueña.
Es que los amantes de Kim Ki-Duk aman más allá de la realidad y de los límites del espacio. Claro está que el espectador puede quedarse en lo explícito, en la narración de lo aparentemente real, es decir, optar por rendirse ante el envoltorio con el que Kim Ki-Duk oculta cuidadosamente sus anzuelos, flechas u objetos punzantes, y de quedarse ahí se privará de un lenguaje simbólico, privado y personal sobre la metáfora del dolor, el dolor como vía de conocimiento, el dolor incluso para escapar de la angustia.
Lo que ocurre con Kim Ki-Duk es que tiene una forma muy particular de mostrar el amor y el deseo, una manera de gozar muy presente en el cine oriental. Repasando a Oshima, a Imamura, al mismo Kurosawa el aficionado puede darse cuenta de la distancia desde la que habla la cultura oriental sobre el placer. Pero Kim Ki-Duk aporta un lenguaje especial impregnado de claves pictóricas, poéticas, místicas e infectadas de su propias experiencias en las mil batallas experimentadas y en las relaciones hombre-mujer, tan difíciles aún de entender para la cultura occidental. Si algo se le da bien al director de "La isla" es precisamente encontrar belleza en las múltiples, y bizarras, maneras de querer que hay en el mundo, aunque siempre se coloquen estas a un paso de lo sórdido.
En definitiva Kim Ki-Duk ha construido un cuento amoroso, eso sí, desde los parámetros de la cultura asiática y no desde los textos de Romeo y Julieta, Don Juan o Calixto y Melibea.
"Sueño" tiene todos los elementos que Kim Ki-Duk acostumbra a brindar en sus films. La cuota dramática es alta y la trama se desarrolla sin dar muchas pistas o porque no, dando pistas falsas para hacer una película imprevisible en cuyo final los detalles son tan exquisitamente aplicados que mejoran aún más la impresión que queda en el espectador.
Jin se despierta de una pesadilla en la que ha protagonizado un accidente de tráfico camino a casa de su ex novia. El sueño le lleva a ese lugar, donde se encuentra con las consecuencias de un accidente ocurrido de la misma forma que en su pesadilla. Sigue a la policía hasta la casa de la sospechosa y ve a Ran negar la acusación de provocar el accidente alegando que ha estado dormida toda la noche. Jin les cuenta su sueño y pide que le acusen a él en su lugar. A pesar de que la policía lo toma por loco y arresta a Ran, Jin está convencido de que existe una conexión entre ambos…
Con "Sueño", Kim Ki-Duk muestra el último recorrido que le quedaba a sus amores torturados y extremos por andar: el del sueño, como fuga de la pesadilla de la vigilia, y lo hace a través de una pose paradójica, mientras un amante duerme, el otro vive lo que este sueña.
Es que los amantes de Kim Ki-Duk aman más allá de la realidad y de los límites del espacio. Claro está que el espectador puede quedarse en lo explícito, en la narración de lo aparentemente real, es decir, optar por rendirse ante el envoltorio con el que Kim Ki-Duk oculta cuidadosamente sus anzuelos, flechas u objetos punzantes, y de quedarse ahí se privará de un lenguaje simbólico, privado y personal sobre la metáfora del dolor, el dolor como vía de conocimiento, el dolor incluso para escapar de la angustia.
Lo que ocurre con Kim Ki-Duk es que tiene una forma muy particular de mostrar el amor y el deseo, una manera de gozar muy presente en el cine oriental. Repasando a Oshima, a Imamura, al mismo Kurosawa el aficionado puede darse cuenta de la distancia desde la que habla la cultura oriental sobre el placer. Pero Kim Ki-Duk aporta un lenguaje especial impregnado de claves pictóricas, poéticas, místicas e infectadas de su propias experiencias en las mil batallas experimentadas y en las relaciones hombre-mujer, tan difíciles aún de entender para la cultura occidental. Si algo se le da bien al director de "La isla" es precisamente encontrar belleza en las múltiples, y bizarras, maneras de querer que hay en el mundo, aunque siempre se coloquen estas a un paso de lo sórdido.
En definitiva Kim Ki-Duk ha construido un cuento amoroso, eso sí, desde los parámetros de la cultura asiática y no desde los textos de Romeo y Julieta, Don Juan o Calixto y Melibea.
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