23 septiembre 2010

APUNTES Nº 15: MARCELO PERAZZO


“…viéndolo jugar este juego tan seriamente, mi generación veía en Marcelo Perazzo una ética de la resistencia en acción. Veía un arquitecto y un profesor. Ojalá podamos sostener tan altos estándares.”
Juan Manuel Rois, revista 041 nº 7

Esta semana los Apuntes de Arquitectura dedicaran su espacio a un personaje de nuestra ciudad especialmente valorado por nosotros.
Marcelo Perazzo fue arquitecto y docente. Más que docente fue maestro. Un maestro apasionado, riguroso y exigente pero generoso con su saber, con su criterio, con sus experiencias. Fue uno de los integrantes, en la década del 90, de la cátedra de Proyecto Arquitectónico que en la UNR comandaba Carlos Leo Galli. Desde ese lugar de educador transmitió a sus alumnos la pasión por la profesión, casi obligándolos a repensaran juntos aquella disciplina estancada en sus propias contradicciones.

Esto le comentaba en una carta a su amigo y colega, Marcelo Tironi: “Hay algo que creo que caracteriza a esta “especie de arquitectos”. Nos acostamos, soñamos y nos levantamos acompañados por los mismos miedos, temores, deseos e impaciencias: las de vivir nuestro hacer como la más trascendente de nuestras experiencias, no queriendo ser, sino finalmente “siendo”. […] Hacemos extendiendo nuestras propias limitaciones y cada tanto nos sorprendemos de nosotros mismos, y ese preciso y finito instante nos da una felicidad infinita“.

Quizá por la altísima calidad conceptual y material de su obra; quizá por su tan temprana desaparición; o tal vez por esas semillas que supo sembrar en sus discípulos, su figura fue cobrando con el paso del tiempo dimensiones míticas. Volver a sus proyectos es fuente de continua inspiración: cómo una intervención arquitectónica hace paisaje, se relaciona con su entorno urbano, cómo se afirma en la tierra de la pampa o en el barro del río…
Podremos reencontrarnos con él cada vez que visitemos el complejo del Jardín de los Niños (su última obra construida), en el parque Independencia, allí donde alguna vez estuvo el zoológico de Rosario. Este maravilloso edificio se nos presenta, al igual que gran parte de su obra, en un diálogo intenso y sutil con la topografía que lo cobija; oculto, semienterrado, esperando ser descubierto por esos niños de mentes ávidas, de ojos curiosos. ¿O seremos nosotros mismos esos niños, descubriendo una lección ejemplar e inolvidable? Sus edificios y proyectos seguirán estando allí para recordarnos como se hace arquitectura con el corazón.

No hay comentarios.: