La noche de los girasoles se divide en bloques narrativos, cada uno de ellos responde al punto de vista de cada uno de los afectados en la narración, y cada uno de esos puntos de vista aporta nuevos datos al rompecabezas narrativo. No es nada nuevo: desde Rashomon, las películas que han utilizado esta estrategia son innumerables, pero no son tantas las que han conseguido exprimir todas sus posibilidades en el terreno del suspense, de la tensión y de la progresión dramática. Sánchez-Cabezudo lo consigue en su primera película. En cualquier caso, La noche de los girasoles es la película de un director con dos valores fundamentales: algo que contar y talento y personalidad para contarlo y que confirma que, a pesar de lo que se diga, sí hay talento y cosas que contar en esta casa de locos llena de complejos que es el cine español.
09 septiembre 2008
Hoy en el Cine Club / España 401 - 20hs
La noche de los girasoles, primera película de Jorge Sánchez-Cabezudo, es una de las sorpresas más agradables de la temporada por lo que al cine español se refiere. Estructurada a la manera rashomoniana y rodada con la intensidad y la frescura de un debutante, La noche de los girasoles puede entenderse como un auténtico ejercicio de estilo, una potente demostración de lo mucho que un director novel es capaz de hacer detrás de la cámara. Pero hay más: la película de Sánchez-Cabezudo se presenta como un tratado sobre la violencia, sobre su absurdo y sus incontrolables consecuencias. Además de afrontar, tangencialmente pero con el compromiso firme, el problema de la deserción rural, de sus conflictivas relaciones con lo urbano, relaciones que llevan implícito un elevado grado de condescendencia (por no decir desprecio) hacia lo rural, y de esa gran falacia que es el turismo rural, último clavo ardiendo que les queda a las gentes de los pueblos para evitar su inminente desaparición.
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