09 septiembre 2008

Nada más que agregar


Haciendo zapping hoy al mediodía me encuentro mirando almorzar a Mirtha Legrand. Sí, a la diva de los almuerzos. Cualquier otro día le hubiese dedicado esos tres segundos que tardo en ver a quién invitó y de procesar que poco me imoprta a quién invitó.


Hoy la veo leyendo en la contratapa del diario Crítica una nota que tiene el aterrador título de "otra vez me muero" firmado por uno de los artistas más talentosos de nuestro país: Fernando Peña.


Les dejo algunos pasajes de este escrito de Peña donde, como siempre, nos describe de la forma más cruda cómo se encuentra hoy:


"Y otra vez el tomógrafo dándome instrucciones: “Respire”, “no respire”, “tome aire profundamente”, “respire”… para dentro de unas horas sentenciarme de vida o de muerte. Es realmente maravilloso estar acostado boca arriba mirando ese “bicho” enorme, ese aro que gira sin parar, esa turbinita indignante que chilla estridentemente, y luego las instrucciones para que uno respire o no respire. Y respiro y no respiro. Y aguanto la respiración, y respiro y no respiro y aguanto… y respiro otra vez. Es tan cómodo, una vez que uno se relaja, saber que no se puede hacer nada. Estoy con la aguja en la vena, me están pasando un líquido de contraste que me arde, que me quema, que me da náuseas, obedezco instrucciones, la camilla se mueve hacia adelante y hacia atrás, los ruidos son agresivos, los movimientos abruptos… mi cuerpo está en “boxes”. Es tan denigrante, tan humillante, que si obedeciera a mis instintos me arrancaría la aguja y saldría corriendo del lugar. Pero le voy a dar una chance más a la medicina y una menos a mí, que me prometí no someterme más a agresiones físicas y morales".


" La quimioterapia es veneno, y no es una metáfora, es veneno de verdad. Mata todo lo que toca, arrasa con todo sin distinción, destruye lo que sirve y lo que no sirve. Te come los huesos, los tejidos, te morfa entero. Te devora sin consideraciones ni contemplaciones. Recuerdo que uno de los medicamentos que me inyectaban tenía que estar envuelto en papel metálico tipo rollito Ben, el que usaba mi madre para cocinar cuando era chico, porque no podía estar expuesto a la luz del día. Recuerdo que cuando salía del Fleming, al cuarto día, vomitaba los veintiséis días restantes hasta tener que internarme nuevamente por otros cuatro días. Y así sucesivamente durante ocho meses seguidos. Envenenarme, salir, vomitar, acalambrarme, retorcerme, seguir mi vida como podía, internarme, envenenarme, salir, internarme, envenenarme, salir, vomitar… y todo esto sin parar. Ocho meses sin parar. Si paraba, me moría".


Hasta hace una semana escuchábamos el CD que viene con el libro que Fernando escribió, "gracias por volar conmigo", hoy te dejamos otra parte de las tantas facetas a las que nos acostumbra. Es brutal, sin anestesia, crudo, gráfico, es Peña.


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