20 septiembre 2008

Los cimientos del Sábado

Acto Uno
Miércoles por la noche. Una habitación en la terraza de una casa en el medio de la ciudad. La noche muestra la luna llena.
Unos elefantitos amarillos recorren graciosamente las palmas de las manos de las tres personas que allí se juntaron para recorrer con gratitud el camino de la vida.
Se abre una puerta y una cuarta humanidad atraviesa la puerta. Con ínfulas de salidor de la noche propone una estrategia de felicidad vana. Nadie le hace caso. Ese muchacho está loco de remate. Para colmo critíca con vehemencia la legitimidad de los cimientos que se construyen semana a semana. Ni siquiera se está subiendo al andamio flotante y tiene el tupé de socavar con lengua de reptil el trabajo realizado por un colega.
Alguien que te dice algo sobre lo que hacés, es un maestro. Te odio Bernardo, con todo mi corazón. Y gracias, maestro.

Acto Dos
Sentado en la vereda tomando un porrón. La llegada del calorcito hace que estas cosas sean posibles, principalmente en los barrios. ¿Podría haber sido el comentario de una receta de cocina? ¿O una peluquera dando consejos para peinarse? Podría tratarse también de una recomendación para preparar una poción mágica ultrapotente. Una vecina pasa por delante de nosotros diciéndole a alguien al otro lado del celular: si… una cucharada sopera de gel neutro. Hermosa frase para ser escuchada, en la vereda, en vísperas de primavera.


Txt: Pedro Cactus

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