Rodada con encanto, la película de Wang Quan'An ganadora del Oso de oro del último festival de cine de Berlín, nos recuerda a películas como La historia del camello que llora (2003) y El perro mongol (2005) dos películas que partían de un pequeño acontecimiento para mostrar el modo de vida, la cultura y las relaciones entre sus personajes. Si bien estas dos películas casi rozaban el documental aún siendo ficción, La boda de Tuya, en cambio, se ve a veces encorsetada por un guión tal vez demasiado centrado en una historia que pesa en ciertos momentos por su previsilidad. Por un lado es virtud, ya que la trama corre rauda hasta su resolución pero también un desacierto ya que hay momentos en que la fuerza que poseen la imagenes se ven arrolladas por los acontecimientos.
Nos encontramos ante todo con la historia de una mujer que sin traicionarse intenta por todos los medios que hay a su alcance preservar su pequeño universo familiar y su hogar. Este entorno vital funciona como un imán al que finalmente todos los personajes terminan volviendo. La tierra actúa como núcleo identitario. Cada vez que uno de los personajes se aleja de este epicentro, se desdibuja, cada vez que el grupo se disgrega, todos parecen perdidos. La película en su conjunto finalmente logra articular un discurso mucho más complejo y actual de lo que a primera vista pueda parecer, y ese es su mayor hallazgo, mostrar a través de un entorno y unos personajes tan ajenos a nuestra cotidianeidad temas esenciales y universales como son el amor, la dignidad, la amistad, el coraje, la soledad, la muerte y las raíces de los pueblos.
La película de Wang Quan'An desprende honestidad y sólo por eso también es necesaria.
Por Javier B. Belchí, Miradas de Cine, Nº 67, Octubre 2007.
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