Intento no amedentrarme Supongamos que el comienzo elegido dictamina obligatoriamente la continuación de la empresa. El día del niño vi tirados en el parque a la bandera un par de zapatos de mujer, nuevos, aunque un poco embarrados... Una cagada. Un perro camina solo en una calle llena de niebla mientras busca su comida en los tachos de basura (muy altos) y yo también. Lindo comienzo para una película, le voy a escribir a Postiglione, o a Fito.
No debería ser tan rebuscado. Tendría que cerrar los ojos, suspirar profundo, abrirlos y… zas! Un chorro fluido y emocionante de literatura, si no es mucho pedir, de vanguardia. Imposible. ¡No, ya está!, aprovechemos la condensación del Haiku. Ahí va… ensayamos el amor/ vamos dejando la piel en la piel del mundo/ ehh…qué mierda, ¡La puta que lo parió! Ya lo voy a seguir, acuerdensé.
Tengo que escribir algo directo, como trompada que te manda a la lona, como entrar a la habitación y ver a tu novia, blanca y radiante, con otro, directo. La huida o la bala son innecesarias. No recuerdo qué escritor decía que “lo importante es tomar buenos vinos y saltar de cama en cama, lo demás es pura vanidad”. Muy bonito e inquietante señor, usted me hace replantear la creación literaria.
De otro consagrado leí algo así: “el acto de la escritura tiene que surgir de la absoluta necesidad y debe ser saciado si es con urgencia”. Como tomar agua, o alcohol, o como ir todos los santos días a trabajar a la misma hora en el mismo colectivo, o rajarse la nariz, con el olor verde de los billetes. Sobre gustos no hay nada escrito. Asumamos esta máxima entonces. No confío en aquel que escribe si no es por insuficiencia de algo. Si sí querido Haller. El arte, y de allí la literatura, pertenece al mundo de las compensaciones, y como esta noche estoy satisfecho voy a ir terminando acá a ver si duermo un poco.
Txt: Bernardo Casas
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