30 agosto 2008

Los cimientos del Sábado

Fulgurarás como un rayo en el horizonte gris. Porque el color del horizonte debe de ser gris cuando fulguras. Sin embargo nada es lecho de rosas en un planeta descalzo, y la ocasión se vuelve densa entre tus manos de pétalos cimarrones alados.
Cuando fulguras, toda brillantez escapa de lo incierto y se vuelve un planeta descolorido, muchas veces el tomillo sigue siendo un buen condimento para la elaboración de comidas híbridas y llenas de refulgurancias.
El caballo que dejaste ayer sobre la mesa, ¡oh maldita! le faltan dos herraduras, puede que si como un helado de pistacho, mágicamente aparezca un herrero que quiera forjar dichas herraduras que fueron perdidas una noche de amor eclipsante de tus ojos petrificados por la inocencia de mi toalla colgada en el tendedero de la vecina.
Siempre que te resistas al incongruente palpitar de mis palabras, un rayo, no precisamente vallecano, caerá impartiendo justicia sobre la faz de la tierra.
Y si a eso vamos, a eso iremos, porque es la única manera de encontrar el camino indicado entre tantas señales que no dejarán jamás de birlarnos la capacidad de decisión ante ciertas incertidumbres confeccionadas hábilmente por nuestros enemigos. ¿Dejar al perro entrar con las patas mugrientas? Por supuesto, los felpudos se han hecho para ensuciarse, sino ¿para que más?


Txt: Pedro Cactus

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