01 abril 2009

Una mirada sobre la Ley de Radiodifusión

Desde mi punto de vista, la cuestión nada tiene que ver con la libertad de prensa ni con la captura de las mentes de los argentinos. A mí, Clarín nunca me engañó, pero no porque sea un gran vivo ni un ilustrado en estado de alerta, sino porque los diarios no engañan a nadie. Los lectores eligen los diarios de acuerdo con lo que los entretiene, según su opción política, aspiración cultural y medio social. El señor que toma su lágrima en La Biela lee La Nación, mientras en un café de Villa Lugano no se ven diarios en la mesa como en Starbucks. El futbolero va a Clarín a ver cuántos puntos le puso Pagani a Montenegro, el porteño setentista compra Página/12, mi familia lee Perfil, y el noventa por ciento de la gente no lee los diarios.
Tampoco la tele engaña, la tele cautiva, pero sólo hipnotiza cuando estamos sentados en casa o mientras pinchamos un raviol. Los medios pueden hacer una campaña estruendosa sobre la inseguridad, hablar de Susana Giménez veinte horas por día, montar una operación clamor sobre la pena de muerte, y juntan apenas la mitad de la gente en Plaza de Mayo que un recital de Los Piojos, y con resto a favor del grupo.
La Ley de Radiodifusión es un asunto de dinero y de poder, pero nada tiene que ver con nuestra capacidad o interés informativo. Por eso es un negocio, podrán reducir poder económico a unos, entregárselo a otros, aumentar frecuencias, licitar lo que fuere, pero no nos usen a nosotros, a los clientes, a los ciudadanos, como cebo para los negocios del poder. Oficialismo y oposicion se disputan nuestra protección en nombre de la libertad; en vano, pueden descansar, no la perderemos por un cambio de bolsillos.
Hace tiempo que la información hay que buscarla y aprender a leerla. El problema de los sistemas comunicacionales y de la recepción de la información que circula en la actualidad debe ser parte de una política educacional. Buscar, cotejar, diversificar, pensar, multiplicar, eso ya podríamos hacerlo, hace rato que tenemos los recursos técnicos y culturales para estudiar la información.
La lectura de la actualidad debería ser una asignatura imprescindible del sistema escolar. Tan importante como la enseñanza de la historia. Requiere profesores con coraje intelectual, sin pereza ni esclerosis ideológica.
No se trata sólo de semiótica sino de filosofía, de los dilemas de la acción y de la argumentación en las tensiones entre la verdad y el poder.
Ninguna ley frenará el poder de los medios ni ningún predicador nos hará creer que un observatorio o un grupo de asesores o burócratas vestidos de progresistas nos garantizarán el pluralismo. La garantía del pluralismo está en nosotros, los lectores.







Me parece una lectura reduccionista y peligrosa sostener que todo es negocio.
Y decir que ninguna ley puede servir para limitar a los medios más peligrosa todavía. Creo que por ese tipo de razonamientos todavia tenemos una ley de radiodifusión que fue dictada en la dictadura. No seamos ingenuos pensando que somos vivos. Los medios tienen poder porque hubo un estado que les permitió tener poder y eso no pasa en todos los paises del mundo.

Pablito


Mirá Pablito, en la última oración dijiste lo más acertado entre tanta perolata textual. No creo que Abraham tenga ideas totalitarias. Sabemos muy bien que casi todos los medios están dirigidos por seres que priorizan la guita sobre el contenido de la emisora, canal, diario o lo que sea. Encima los monopolios, con ésta ley, desaparecen pero con la probable existencia de testaferros.. así que un cambio no tan brusco sigue alejándonos de una necesitada transparencia en los medios de difusión.

Quintín

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eu la dir del blog joven y efimero esta mal tipeada.

saludos

The Lucky Kakker dijo...

coincido 99,3% con el texto de Abraham. En lo único que no coincido es la definición: "porteño setentista". Esos son los que votan a Macri o los fanáticos de Attaque 77????