Una rueda de prensa de Andrés Calamaro es sinónimo de espectáculo. Empezando por su pose ante los periodistas: de pie, con el micro en la mano y contorneándose a un lado y al otro. Una mezcla entre Elvis y Cassius Clay. El cantante hace una semana a los medios en un céntrico hotel de Madrid para presentar la caja Obras incompletas, que incluye seis CD tres de ellos, los más sustanciosos, con material inédito, dos DVD y un libro.
Ataviado con un sombrero y una camiseta negra con la inscripción "I saw Elvis" (Yo ví a Elvis), el cantante fue presentado por Fernando Trueba, que sembró su discurso de íntimas confesiones sobre su relación con el repertorio del argentino.
Pero la estrella era la estrella. Cuando habla, al menos con los periodistas, Calamaro es como un arquero beodo: la sentencia ingeniosa flota en algún lugar de su mente, deambula alrededor de ella, la visibiliza, apunta tembloroso con la flecha y, finalmente, cuando dispara, la dirección del tiro es impredecible. Un ejemplo: "Esta caja recoje canciones desde el 97 al cero cero siete, ehm... un año con licencia para matar". En decir esta sencilla frase tardó casi un minuto.
Rara vez responde a lo que le preguntan, aunque en la mayoría de ocasiones la respuesta final es más interesante que la cuestión del periodista.
Lo crean o no, el hombre que en el año 2000 publicó cien canciones inéditas de una tirada se declaró un artista incompleto. "Cuando tocas con el Niño Josele o Jerry González el baño de humildad es permanente", dice, y se queda en silencio varios segundos. "La capacidad para llenar lo que nos falta es lo que nos hace extraordinarios o imbéciles", sentencia y, agachándose, le susurra a Trueba: "¿Lo dije bien?".
17 abril 2009
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