Una noche de 1991, en una fiesta, un amigo en común presentó a Marcelo Iconomidis y a Diego Capusotto. Hasta allí, nada raro. Pero al otro día, cuando Iconomidis se tomó el colectivo rumbo a Avellaneda para ver a Racing, se llevó la sorpresa de que a las pocas cuadras subió Capusotto. “Fuimos juntos a la cancha, volvimos y listo, ya éramos amigos”, recuerda el hombre que elige y provee el material musical para Peter Capusotto y sus videos. “Compartimos el karma de ser hinchas de La Academia. Igual, ahora me da miedo ir a la cancha. Pero no por las barrabravas, sino ¡por miedo a Racing!” Además de esa “pasión inexplicable” y los códigos de humor, los dos amigos tienen en común muchos gustos musicales. De ahí que Iconomidis ocupe un rol fundamental en el programa que emite Canal 7. “Siempre fui más melómano, más coleccionista, con alguna vocación de músico frustrado, y decanté el vicio por ese lado”, explica. “Con Diego siempre fantaseábamos, asado de por medio y tomándonos unas copas de más, con hacer algo parecido a Peter... Lo que veíamos en programas de música nos parecía aborrecible. Pero lo tomábamos con humor: nos reuníamos en casa, podábamos los bloques y le poníamos nombre nosotros.”
Durante los ’90, Iconomidis tuvo dos disquerías, que le sirvieron como base para ampliar su melomanía y acopiar pilas de VHS. Con la llegada del DVD se propuso digitalizar su colección, una de esas típicas locuras de coleccionista. Por supuesto, también aprovechó la aparición de títulos que nunca antes se habían conseguido. “Me di el gusto que no había podido darme a los 15 años, que era, básicamente, ver a Humble Pie y Steppenwolf en vivo. En esa época sólo teníamos como referencia ver Woodstock, La canción es la misma y, a lo sumo, Hasta que se ponga el sol.” Capusotto, que estaba al tanto de la colección de su amigo, le comentó la idea de hacer un programa al productor Pedro Saborido. “Al principio yo quería darle un enfoque más temático, de subgénero, pero no era para un formato de televisión, sino para un programa radial a medianoche que escuchan diez personas: demasiado hermético”, concede Iconomidis. “Terminamos haciendo una grilla ecléctica por sugerencia de Pedro y Diego, que a mí me pareció mucho mejor. La idea es rescatar lo mejor de los subgéneros: si voy a poner postpunk inglés, irán Joy Division o Bauhaus, no las copias berretas.”
Iconomidis, alias El Griego, reconoce que si no existiera el programa, igual seguiría buscando esa grabación soñada, que quizá no existe, como todo coleccionista que se precie. “Canalizar eso a través de un programa fue fantástico para todos. Lo interesante es, pese a que no tenemos ninguna intención de ‘docencia’, muchos padres me comentaron que ven el programa con sus hijos adolescentes y que los chicos se sorprenden de que las bandas de antes hayan sido mejor que las de ahora”, asegura. Para Iconomidis, no sería lo mismo trabajar con alguien que no fuera su amigo Capusotto: “Nos divertimos mucho juntos. A veces estamos comiendo en casa, nos ponemos a charlar del programa y salen cosas... Pomelo, que es uno de mis personajes favoritos, era algo que hacíamos en mi disquería, medio de sotamanga, con los clientes que entraban y decían: ‘Quiero una remera de Gene’ con una pose medio Juanse. Con su histrionismo, en dos segundos Diego sacaba un personaje. Y nos reíamos mucho hablando de todas las afectaciones del rock. Con Diego me sucede algo que no me pasa con otros amigos artistas: después de tantos años, sigue haciéndome reír cuando lo veo en el teatro o en el programa. Veo a Pomelo y me río, por más que lo conozco como si lo hubiéramos parido”.
Siempre con la idea de pasar material de hasta fines de los ’80, porque “lo más reciente es de más fácil acceso”, durante los ciclos se pudieron ver perlitas de cantautores como Bert Jansch y Tim Buckley, además de algunos artistas de jazz (Bill Frisell, John Zorn) entre los hilarantes delirios de Peter Capusotto. Como el gran Roberto Quenedi, que canta en un inglés de mierda, a quien Iconomidis vio nacer: “Me hace reír mucho porque Diego siempre hizo eso. Estábamos de vacaciones y cuando se levantaba, se ponía a cantar en un inglés horrendo, que sólo él conocía. Pero lo miro hoy y es Roberto Quenedi, no es ése que hace diez años, antes de ir a la playa, se ponía a cantar a Frank Sinatra para el culo”.
24 agosto 2009
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