No es casual que Eduardo Sacriste haya nacido en 1905, en Buenos Aires. Típico exponente del siglo XX, hombre prolífico y multifacético, arquitecto, docente pero sobre todo “maestro”, fugaz pintor, cosmopolita y profundo conocedor de nuestro interior, se recibe de arquitecto en 1932, pocos años después de la visita de Le Corbusier a Argentina.
A pesar de haberse formado en una facultad dominada por el academicismo, desde sus primeras obras su actitud fue auténticamente moderna ya que sus obras iniciales, pequeñas casas unifamiliares, se despegaron inmediatamente de la producción contemporánea dominada por los Petit Hotel con mansarda y los edificios de renta eclécticos.
Tal vez esa misma inquietud lo llevó ganar una beca y a viajar, en 1942, a Estados Unidos, donde traba relación con uno de los grandes: Frank Lloyd Wright. Así conoce, recorre y estudia en directo muchas de sus obras; incluso comparte una temporada con el maestro en su taller de Taliesin West. De allí en más, la impronta del arquitecto norteamericano quedará indeleble en su producción. Sin embargo, esta marca no estará en la apariencia de sus obras, sino en la profundidad con que tomaba las decisiones, fundamentalmente en la relación con el paisaje y con la tierra misma. En ese sentido, Sacriste supo derivar desde una arquitectura “moderna” de sesgo internacional (volúmenes puros, blancos y articulados, de un alto grado de abstracción), hacia otra mucho más comprometida con sus raíces, con las tradiciones y tecnologías populares, sutilmente vinculada a las condiciones climáticas, territoriales y culturales. Sus casas, que comenzaron en los años 30 siendo “racionalistas”, al madurar su autor, ya en los 50, terminaron siendo “racionales” en el uso de los recursos naturales y en el aprovechamiento del clima y del entorno.
Gran parte de la vida de Sacriste transcurrió educando en diversas geografías. Enseñó arquitectura en la UBA, en el M.I.T. de Massachussets, en la Universidad Politécnica de Londres, en la Universidad de Tulane de New Orleans e incluso en el Bengal Engineering College de Calcuta.
Profesor y luego director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Tucumán, desde 1946 a 1960, convocó a esa casa de estudios a Vivanco, Zalba y Caminos y a los italianos Tedeschi y Rogers, entre otros, conformando lo que sería una mítica escuela dentro del panorama de la enseñanza de la arquitectura en nuestro país y en el continente. El campus de la Universidad de Tucumán, nunca terminado, queda hoy como testimonio de un proyecto trunco que sin embargo sembró aires nuevos en la discusión disciplinar.
A pesar de haber abordado en su extensa carrera distintos programas y escalas, viviendas, comercios, edificios de oficinas, hospitales e incluso planes urbanos, es en la escala doméstica donde Sacriste parece haberse sentido más cómodo, al punto de jactarse de que terminaba haciéndose amigo de todos sus clientes:
"Sin la casa el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es el cuerpo y es el alma. Es el primer mundo del ser humano. La choza es la raíz pivote de la función del habitar. La casa vivida no es una casa inerte. El espacio habitado trasciende el espacio geométrico".
Su labor docente se extiende incluso hasta nuestros días, ya que algunos de los varios libros que escribió se siguen utilizando como bibliografía básica en las facultades de arquitectura. Puntualmente, “Charlas a Principiantes” (de 1961) y “Usonia” fueron recientemente reeditados.
Nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1976 y acreedor del Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1984, siguió en actividad hasta bien entrada la década del 90, dando charlas y conferencias por todo el país.
Muere con el siglo, casi centenario, en 1999.
06 octubre 2011
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