03 noviembre 2011

APUNTES DE ARQUTECTURA Nº 38 WLADIMIRO ACOSTA

Quizá no sea demasiado lo que podamos aportar desde este modestísimo espacio a lo ya investigado, escrito y publicado sobre la figura que les traemos en este entrega. Al mismo tiempo, esta puntualización en su figura refleja la importancia de este personaje en el relato de los sucesos arquitectónicos que tomaron lugar en la Argentina de comienzos del siglo pasado.
Wladimiro Acosta nace en Rusia en 1900 bajo el nombre de Wladímir Konstantinowsky, en el seno de una acomodada y culta familia. Participa de la Primera Guerra Mundial, se recibe como técnico constructor en Odessa y luego de la revolución bolchevique se translada a Roma donde obtiene el titulo de Licenciado en Arquitectura de la Escuela Superior de Bellas Artes, para luego dictar clases en esa institución. Cuando en 1922 se muda a Berlín para estudiar la técnica del hormigón armado, entra en contacto con la obra de los Expresionistas alemanes (Mendelsohn y los hermanos Luckhardt entre otros) y se compenetra con sus postulados teóricos de vanguardia. Para esa altura ya estaba embebido de las enseñanzas de Le Corbusier, Gropius, Hilberseimer y los Neoplasticistas holandeses.

Luego de 8 años en Alemania, habiendo proyectado para concursos y construido algunas obras de pequeña escala, decide viajar rumbo a América del Sur. Buenos Aires lo recibe en 1928, tan sólo un año antes de la visita de Le Corbusier al continente. Instalado en la capital comienza trabajando para Alberto Prebisch, una de las figuras de la modernidad argentina del momento. Pero no tarda en descubrir que en este país “..ambos polos, el del radicalismo estético y el del radicalismo social, se presentaban divididos a través de grupos artísticos antagónicos” (J.F. Liernur en “Diccionario de Arquitectura Argentina”).
Sus primeras propuestas proyectuales de esa época son una continuación de preocupaciones que fueron tema central en los círculos de vanguardia centroeuropea, de dónde Acosta provenía, sobre todo la cuestión de la vivienda. Así nace su proyecto conocido como City Block, en el que trabaja desde 1928 hasta 1935 y donde adapta ideas del Plan Voisin de Le Corbusier (en particular los edificios de planta cruciforme) a la realidad urbana porteña basada en el damero español.
Tras su regreso de un viaje por Brasil donde, además de visitar colegas y conocer sus obras en ese país también participaría del Congreso Panamericano de Arquitectura en Río de Janeiro (1930), comenzará a darle forma a varios conceptos que conformarían luego su conocido sistema Helios, en el que trabajará durante los próximos 10 años. “En su versión elemental, dicho sistema consiste en un corte aterrazado, protegido del sol con una losa visera ubicada en el nivel de la cubierta, aunque puede hacerse más complejo…. Helios será desde entonces una constante en la arquitectura de Wladimiro Acosta”. El ejemplo de la casa Calp, construida en Rosario en 1942, es claro para identificar la meterialización de sus conceptos a la hora de hacer vivienda unifamiliar de tipo suburbano, centrando cada elección proyectual en la relación con las condicionantes climáticas del lugar, las orientaciones, ventilaciones y el asoleamiento. Esta obsesión con el medio y sus influencias se puede leer en todas sus obras del período, por ejemplo en las casas de Villa Urquiza, La Falda y Ramos Mejía entre muchas otras.
En el entorno urbano proyecta edificios en altura entre los que se destaca el de Figueroa Alcorta y Tagle (1942) por la delicadeza y austeridad de sus detalles, mientras que cristalizará alguno de sus conceptos previamente enunciados para el City Block con la construcción del Hogar Obrero (junto a Fermín Bereterbide), un ejemplo notable de vivienda colectiva de carácter masivo, enmarcado en el manzanero tradicional.
Un momento destacable en su cuerpo de obra se da cuando construye para el Estado Santafecino, entre1938 y 1939, una serie de proyectos ligados al sector de salud. El Hospital Psiquiátrico de Oliveros es uno de estos ejemplos, en el que podemos ver reflejadas sus preocupaciones higienistas, la distribución en planta clara y funcional y el manejo del lenguaje moderno, mínimo y ascético, como sólo un maestro en su punto más alto de creatividad y competencia podría haber realizado. Además de las obras que logró concretar en este ámbito por aquellos años (un leprosario y una colonia de alienados) también creó un prototipo de hospital que fue utilizado en muchas localidades pequeñas del interior provincial. (Para ampliar y conocer sobre este momento de la obra de Acosta recomendamos el trabajo de investigación de Noemí Adagio y Luis Müller sobre le tema).
En el aspecto teórico Wladimiro también dejó valiosas enseñanzas tanto en sus libros publicados, Vivienda y Ciudad (1937) y Vivienda y Clima (1976, edición póstuma), así como en su labor de conferencista en distintos países y docente en la UBA desde 1957. Fueron muchos los discípulos a los que influenció y que supieron valorar sus experiencias. Junto a un grupo de ellos produce, encargado por la misma UBA, “su último gran proyecto: la Unidad Vecinal de la Isla Maciel, en la ribera sudeste del Riachuelo. El conjunto articula unidades de distinto tipo y es producido con gran rigor y economía de recursos, conservando rasgos de la riqueza volumétrica que había caracterizado a sus primeras obras.” (J.F. Liernur en “Diccionario de Arquitectura Argentina”)
Si bien muchas de sus ideas habían sido ya experimentadas por algunos otros arquitectos de su época, el valor de sus propuestas tiene que ver con la superación del funcionalismo más acérrimo, con su desvinculación del modelo moderno tan ampliamente repetido, abandonando cierto autismo para dar paso a una dialéctica con cada contexto donde se emplazarán sus obras. Si bien, como hemos hecho notar con anterioridad en nuestros Apuntes de Arquitectura, fueron incontables las figuras que marcaron el camino de la modernidad del país, quizá Wladimiro Acosta sea lo más cercano que hubo por estas latitudes a un Maestro de la Arquitectura, en el sentido del relato épico global que se instaló desde el surgimiento del Movimiento Moderno en Europa. En el país fue sin dudas el primero en vincular la vanguardia formal con la vanguardia teórica, los avances técnicos con las preocupaciones sociales y humanas, camino que posteriormente recorrerían muchos otros arquitectos, hasta nuestros días.

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