03 junio 2009

Leonor Manso en 4.48 Psicosis

Sarah Kane, autora de 4.48 Psicosis, era inglesa, escuchaba Radiohead y se suicidó a los 29 años. Del suicidio trata de algún modo esta obra que trae al escenario del Teatro Príncipe de Asturias a Leonor Manso el día sábado. Hoy, habla con nosotros.
Las “4.48”, el horario al que alude el título es, según las estadísticas de Inglaterra, el que más suicidios registran: la hora aproximada en que acaba el efecto de los fármacos psiquiátricos tomados la noche anterior.
“Soñé que iba a la doctora y ella me dio ocho minutos de vida. Cuando yo había estado sentada en la puta sala de espera durante media hora”, dice Manso en un momento de su actuación, erguida tensamente sobre un alto taburete, expuesta a la mirada del público, bajo unas luces que son la única escenografía. Allí, en ese breve planteo por el delirio, hay una postulación de la encerrona que despliega esta obra y del absurdo en el que halla una vía de escape.
Dirigida por Luciano Cáceres y con traducción del texto original de Rafael Spregelbrud —quien conoció a la autora en 1998 cuando participó del Summer International Residency que organiza cada año el Royal Court Theatre de Londres—, esta obra fue en 2006 el estreno de Sarah Kane (1971-1999) en Argentina.
Kane, autora británica de culto, escribió cinco obras, entre ellas: 4.48 Psicosis. La pieza —en la que muchos leen con fascinación las relaciones entre la biografía de Kane y su obra— propone una suerte un desmenuzamiento, una suerte de autopsia de la relación del sujeto con lo que la sociedad, devenida medicina, puede hacer por él. “Siempre vislumbrado como un suceso que se desvía de la norma, el sufrimiento asusta. Hay que taparlo, empastillarlo, encerrarlo o adornarlo, pero siempre hay que apuntar a su tratamiento, al sostenimiento de la aparente posibilidad de su desaparición”, señala Karina Mauro en la reseña que publicar en octubre de 2006 en alternativateatral.com.
El director Luciano Cáceres elige apostar por la minimización de recursos que suavicen la palabra. “Así —escribe Mauro—, sólo vemos a la actriz Leonor Manso colocada en un siniestro asiento que la mantiene elevada-observada-presa, soltando las terribles parrafadas apoyándose, por un lado, en su notable desempeño verbal y por otro, en un manejo del cuerpo que busca no arribar nunca a la relajación, como puede observarse en los gestos faciales permanentes y en ese pie que permanece en tensión durante toda la obra. Sólo tiene por compañía la iluminación, la otra gran protagonista de la obra, que define y desdibuja su rostro en igual medida, y una catarata de pastillas, imagen quizás demasiado elocuente”.



Fuente: http://www.ccpe.org.ar/nota.php?idx=76

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