10 mayo 2009

Que termine pronto, por favor

La siguiente columna es la última que hizo Beatriz Sarlo para el diario Perfil y decidimos subirla porque además de reflexionar sobre la extrtaña actualidad política, es la entrevistada que tendremos mañana a la tarde.


La campaña electoral es horrible. Incluso la minoría que se interesa por los vericuetos de la política está sintiendo alternativamente tedio e indignación. No recuerdo un momento más repetitivo y banal en las últimas décadas. Hubo momentos peores, más peligrosos o más decisivos. Por eso eran más interesantes. Así es imposible despertar la curiosidad de los votantes ni restablecer lazos entre vida cotidiana y política.
Porque de eso se trata. La política y la vida van por carriles diferentes. Millones de ciudadanos, incluso en la más republicana y democrática de las naciones occidentales, no están interesados por la política. Pero, en muchas partes, los políticos tratan de encender una chispa que despabile a esos ciudadanos ocupados en sus cosas. No piensan, como se piensa en Argentina, que enumerar los problemas que la gente conoce implica ofrecer soluciones. Toda la cuestión política hoy es volverse significativa para la vida social.
Si alguna vez supieron interpretar los signos de la sociedad, la mayoría de los políticos argentinos lo olvidaron. Confían en las encuestas y caminan, por lo tanto, en un paisaje chato, donde hay carteles con algunos títulos (trabajo, inflación, seguridad) pero sin soluciones porque, parece casi inútil decirlo, los problemas que la gente dice tener no vienen apareados con la resolución que necesitan. Los políticos están ansiosos por “conectar” pero han tirado a la basura las herramientas con las que se tejen las redes entre vida y representación política.
Esto promueve la extravagancia. El peronismo coloca a Nacha Guevara en su lista de la provincia de Buenos Aires, como si no fuera suficiente desvarío que el propio gobernador, Scioli, la encabece y el presidente “de facto” Néstor Kirchner llegue a integrarla en nombre de un modelo que es una especie de “significante flotante”, alrededor del cual gira el discurso del Gobierno y le permite organizar el campo de amigos y enemigos. Nadie sabe bien qué es hoy el modelo y, a lo sumo, se pueden enumerar algunas de las medidas tomadas en el pasado.
De todos modos, la fama mediática es clave en estas elecciones. Esto lo sabe o se lo enseñaron a Francisco de Narváez, que la adquiere pagando spots televisivos. De Narváez resulta el candidato más posmoderno de toda esta desdichada campaña, el que mejor ha entendido que ser famoso consiste sencillamente en ser famoso y que a eso se llega mediante los procedimientos del advertising. En ese sentido, De Narváez es más posmoderno que Nacha Guevara, porque finalmente la fama de la actriz tiene un contenido anterior a su conversión en candidata. Esto no quiere decir que ella sea más adecuada que él a la función, ya que no podría sentarse un minuto a una mesa de negociaciones políticas mientras que De Narváez puede ocupar su silla.
La aceptación de Gabriela Michetti es otro milagro del efecto fama. Nadie podría mencionar una acción política de Michetti. En el gobierno de Macri se sabe lo que hicieron muchos de sus ministros y de sus legisladores; se sabe qué hicieron los más distinguidos de los diputados nacionales de PRO, como Federico Pinedo. ¿Quién recuerda algo de Michetti? Como la fama, su vocación de diálogo es lo que los lingüistas llaman meta-discursiva. Al parecer, Michetti es experta en diálogo, una moderadora de grupos. Lamentablemente, desde que es vicejefa de Gobierno, nos privó de admirar esa virtud porque se abstuvo de presidir la Legislatura porteña. Es curioso, pero sólo esto, tan poco, siembra el miedo entre políticos más imaginativos y audaces.
Mientras tanto, los “poderes fácticos” reclaman sus lugares. Moyano llenó la 9 de Julio no sólo para asegurar la candidatura de Héctor Recalde. Luis D’Elía marchó y habló para reclamar, con todo derecho, que se lo tenga en cuenta en vez de llamarlo al celular simplemente cuando se necesita gente en la Plaza. Cobos se enoja si no le dan los lugares que reclama para los suyos. Con modales de inédito pintoresquismo, el vicepresidente de este gobierno opera en las listas de la oposición.
En este vacío relamido por insustancial y tóxico por sus consecuencias, no se puede pretender que los ciudadanos se interesen por la política. La mayoría de los medios audiovisuales, acostumbrados a una dieta de carne cruda, no tienen paciencia cuando un político quiere de verdad hablar de política porque temen que sus audiencias, alimentadas con la carne picada del chimento y la carne descompuesta del sensacionalismo, hagan zapping. Esta campaña es una kermés que interesa solamente a quienes nos gobierna el demonio de la política.

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