01 mayo 2009

Cuentos Carmesí

El 11 de abril explicamos en un posteo el porqué de ésta sección y quien era el escritor de éstos cuentos cortitos que el blog ofrece algunos fines de semana

La Ducha

Las miradas se sostenían por un puente invisible. Algo así como una energía misteriosa que conectaba las pupilas. El agua, caliente, caía marcando un compás placentero. Él pensaba en todo lo que había estado masticando en el cerebro mientras miraba la piel blanca, los gestos de pájaro, el contacto con el agua, la sonrisa, la pregunta en los ojos del porque de esa mirada. Le dijo algo de un cuento, palabras para contar lo incontable. Era otro tiempo.
Bajo esa misma ducha, medio año atrás, una sensación de vacío los había invadido. Fue antes, cuando la forma del contacto era más cercana, cuando las almas, por lo intenso del roce se habían despegado, creyendo que el fin estaba a la vuelta de la vida. En un rincón, la futura separación, agazapada, esperaba el instante. Con el agua hasta el cuello, sintieron, tal vez, la falta de deseo. Él recordó la vez que bajo la lluvia, quiso verla para vomitarle ciertos nudos que le apretaban la garganta. Revivió paso a paso el primer encuentro, los besos, el amor en la cama, las charlas y las miradas. Reconstruyó algunos momentos: la angustia, el miedo a perderla, la indecisión, el hastío y la bronca. Apiló en el recuerdo las mañanas y los exprimidos de naranja, la perfección de las tostadas, las caminatas hasta la parada de colectivo, las bicicletas perdidas la misma semana.
En la ducha, flotaba la sensación de comodidad, sincronía de los cuerpos, deseo y calma. Era como nadar en agua conocida, con la intensidad de la primera vez. Pero algo había cambiado por completo: el tiempo y los actos. Debajo del agua, se escondía una presencia desconocida.
Después de vestirse, caminaron. Siempre lo hacían después de cada encuentro, era el modo de volver a la vida cotidiana y salir un poco de la bella nube de las sábanas. Hablaron de lo que no habían hecho juntos. No era posible seguir así. Se sentían demasiado bien, era una tremenda exageración. La nueva situación les dolía. Decidieron no verse más.
Días después él caminó convencido que ese día la encontraría. Hacía frío, en el parque había mucha gente. El sol, ya se había escondido. La vio. Sabía que la encontraría. La miraba a los ojos, no sabía que decir. Sabía que la encontraría. Intercambiaron algunas palabras, la mirada seguía igual, el puente, el misterio. Sabía que la encontraría. No sabía que estaría pensando ella. Él pensaba en la ducha.

Federico Tallus

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