Tengo el ancho de espadas. No puedo fallar. La mano viene jodida, pero si sale como pretendo lo doy vuelta. Soy bueno haciendo señas. El año pasado dejé una para asegurarme un viaje al Luna Park; tocaban los Arctic Monkeys. Al irme recuerdo que le guiñe el ojo al roñoso dueño del local. Ah, ya no da abasto esta habitación.
En Rosario muchas veces nos aburrimos de relacionarnos con minas de diferente sintonía a la nuestra. Tal vez por la inexplicable razón de que preferimos no buscar los sitios donde están las que, según nosotros, son compatibles. Iván hace un rato salió pateando a comprar un atado de puchos y desde la calle atinó a decirles a algunas que pasaban por la vereda que tenía la casa libre. Pero no mucho más que eso. Ridículos que apuestan a la caza. Por eso seguidamente terminamos barajando la posibilidad de quedarnos solos. Jugando a ésto y con un único testigo femenino: el póster de Playboy colgado en la pared.
Hace horas que estamos los 4 mirándonos y sigue sin definirse. El truco está en finiquitar todo ahora. Fue muy charlado, demasiadas mentiras, muchas copas, y me dicen que me hago el sota. Ahora lo defino. Mi DNI marca más años y eso me juega en contra. Estaría mejor si la decisión la tomara otro. Siempre es más fácil esperar que decidir lo que se espera. Encima fui yo quien diseñó este jogo (juego en brasilero).
Ya no seco con las manos mi frente sudada porque, a la larga, las gotas van a tener que desvanecerse. Es mi turno. Ahora sí, mojo el dedo con la punta de la lengua y toco el cartón que está boca abajo sobre la mesa. Lo doy vuelta. Los 4 levantamos las cejas. Un segundo de sorpresa; ellos me miran. Se echan a reír. Perdí la apuesta y soy boleta de mi propia propuesta. De los cuatro papelitos finalmente salió el número que escribí con el fibrón violeta. Maldición, mi propio 7!!!. Ahora me llevarán a la turbia esquina de Mitre y Pasco, nunca estuve con uno de ellos.
Hubiera preferido jugar a la ruleta rusa.
Txt: Quintín Palma
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