19 noviembre 2008

Un crujido en el Paraíso

Pablo Alabarces, Enrique Symns, Fernando Peña y varios más han pasado por éstos posteos que intentaron reflejar cosas interesantes entre tantas informaciones intrascendentes que pasan en los medios masivos. Quique Pessoa publicó en la contratapa del diario Crítica y decidimos subirlo al blog para enriquecerlo un poco ya que estábamos demasiado dedicado a la Fiesta que hacemos el viernes..


Conocí San Marcos Sierras, noroeste de la provincia de Córdoba, por un frasquito de miel hace ya veinticinco años. Me pareció un pueblo delicioso. Una verdadera Babel cultural. Comechingones, sanavirones, jesuitas en el pasado. Naturistas, hippies que no se fueron a El Bolsón, krishnamurtianos, saibabenses y gente que simplemente escapó de las ciudades en el presente.
Hace unos quince años construí mi casa. Cinco años ya llevamos habitando este sitio donde levantamos una hostería preciosa llamada La Merced e instalé mi estudio de audio. Desde allí sigo haciendo radio los domingos de 11 a 14. El desconcierto del domingo se transmite por una pequeña FM local, Radio Surcos, por Radio Nacional Córdoba AM y una red de treinta y pico de emisoras de FM y AM de distintos lugares del país, más alguna de Curitiba, Brasil, y otra de Reus, Cataluña.
Orgullosos estamos del “no desembarco” de la palabra “inseguridad”. Aquí no hay ninguna llave en las puertas, ni candados ni perros malos. Hasta ahora.
En el primer piso de la hostería hay una biblioteca a disposición del pasajero. Hacen confortable el sitio muchas antigüedades y “cosas viejas” puestas en valor. Faroles a querosene, relojes de pared y péndulo, radios de 1930, una máquina de cardar colchones, algunos fonógrafos y, en una pared, dos vitrinas con una especie de colección de armas que pertenecieron a la familia de mi padre. Registradas en el RENAR, todo en regla.
Otra realidad entró a la casa una noche aciaga. Se llevaron las armas. Nada más. A partir de ese suceso, comienza a aparecer el verdadero rostro de este pueblo. El narcotráfico y la iniciación en el consumo a los pibes de trece, catorce y quince años están a cargo de un conocido comerciante que regentea un grupo de delincuentes capaces de cualquier cosa. Este tipo, protegido por la política clientelista local, hace, mediante un abogado con relaciones en los tribunales de Cruz del Eje, que sus ahijados no tengan una sola entrada en la policía. Es más, ha perpetrado venganzas contra aquellos que quisieron “independizarse” y vender la merca por su lado. Uno de esos hechos culminó con la muerte de un joven porque, seguramente, a los muchachos se les fue la mano.
Un robo tan preciso, tan directo y limpio como el de las armas de mi familia también conlleva una advertencia mafiosa. Fin del ámbito bucólico.
Ninguno habla, nadie acusa, persona alguna se presenta a declarar. Todos cuchichean en las esquinas mientras los esbirros saludan socarronamente por las calles y hasta se permiten alguna amenaza directa contra los hijos de los que faciliten información. Se sospecha de la existencia de un par de uniformados implicados. El miedo es la principal herramienta en una sociedad feudalizada, temerosa, dependiente de los políticos y sus dádivas, con una pata de la Iglesia puesta sobre sus cabezas desde hace cientos de años. Sin una educación que les ayude a desarrollar un pensamiento independiente, se hace cierta la imposibilidad de un verdadero cambio.
¿Seguís pensando en el ámbito bucólico? Existe, claro, siempre y cuando no te metas en nada, no opines sobre ningún tema (la opinión, como concepto, está mal vista por estos lares) y, por supuesto, no te cruces en el camino de ellos. Me niego a transformarme en un Blumberg, pidiendo más represión, más policía de gatillo fácil, menor edad para la imputabilidad y todas esas aberraciones que realimentan este círculo vicioso. Tendría el derecho de hacerlo, porque en este caso soy yo el damnificado, pero no, sigo pensando que los que lo hicieron son también víctimas de este sistema que está discutiendo el tipo de aspirina que se va a usar para revertir un cáncer en lugar de ocuparnos de verdad de la educación, de nuestros jóvenes y sus ámbitos de crecimiento, de la verdadera equidad no sólo material sino de oportunidades para poder “ver” un futuro.Sigo aquí. Me quedo aquí. Ahora soy de aquí. Benedetti asegura que un lugar te pertenece cuando amás y sufrís en él. Listo, ya está, completé el formulario.

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