28 abril 2010

El director Gustavo Fontán da una charla hoy en el Arteón

Esta tarde, el público podrá dialogar con Fontán en la sala dónde por unos días continuarán proyectándose sus tres últimos proyectos: El árbol (2006), La orilla que se abisma (2008) y La madre (2009). Y será precisamente esta última la que, desde las 18, se pondrá en pantalla en la sala de Sarmiento 778. A su término, Fontán mantendrá una charla con Gustavo Postiglione, para luego abrir el diálogo con el público. Previo a su arribo a la ciudad, habló con Rosario/12.
-Previo a su formación cinematográfica se licenció en Letras, y sus primeros trabajos cinematográficos estuvieron relacionados con escritores --Jacobo Fijman, Jorge Calvetti, Macedonio Fernández y Leopoldo Marechal--. ¿Desde un primer momento pensó en la construcción de la imagen como algo poético?
-Efectivamente yo hice literatura, estudios y publicaciones, y después empecé a estudiar cine. Por supuesto después se fue dando como un proceso natural de trabajar con ciertos escritores que a mí me interesaban. No en un sentido documental estricto, sino como en una indagación de lenguajes. En esa indagación había un lenguaje que me resultaba particularmente interesante, que es lo que podríamos llamar el lenguaje poético. No estrictamente en lo que tiene que ver con la poesía, porque podríamos pensar que hay un lenguaje poético en Juan José Saer, donde muchas veces la narración es una pequeña circunstancia, pero en la que hay muchos intersticios para observaciones, para un descubrimiento de detalles que, por supuesto, profundizan en la trama, no son anecdóticos o casuales. En ese tipo de literatura encontraba un atractivo muy fuerte, y por supuesto mi cine se fue orientando cada vez más hacia esas intenciones.
-En su blog (www.gustavo-fontan.blogspot.com) cuenta una anécdota ocurrida durante el rodaje de Marechal o la batalla de los ángeles, y que está relacionada con su idea de que la ficción no es indiscernible de lo real.
-Sí, porque hay cosas muy potentes en lo real. Pero, claro, están dispersas y son de carácter diverso. Lo que hay que encontrar es un dispositivo que permita acercarse a lo real. A partir de El árbol nuestros guiones son éso: un dispositivo ficcional, una pequeña estructura, un conjunto de intenciones que nos permiten acercarnos a lo real desde algún lugar particular. Luego es una actividad de paciencia, de confiar en que la realidad va a aportar. No sólo en cuanto a la historia, sino que hablo de luces, de movimiento. Por ejemplo, en La orilla que se abisma, la película vinculada a la poética de Juanele, nosotros definíamos que íbamos a navegar a la deriva por el Gualeguay, que íbamos a ir al amanecer por el río. Pero no era posible preveer una niebla espesa, un pescador que aparece y desaparece en la imagen. Está bien, uno va a buscar ciertas cosas, pero éso es un aporte que hace la realidad.
- Después de La orilla que se abisma llegó La madre, donde retoma con algunos aspectos de El árbol, como el relato que la madre hace de sus sueños. ¿Es una conexión deliberada?
-Sí. Me gusta retomar distintos elementos y resignificarlos. Ahora volví a filmar una película en la casa de El árbol, que está en posproducción. En el inicio de la película aparece mi madre en una circunstancia muy concreta. Me encanta resignificar elementos y transformarlos, porque después la película no se parece para nada a El árbol. La película avanza por otro territorio, pero sin embargo hay algunos puntos de contacto. Eso me resulta interesante, porque genera una trama.

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