22 junio 2008

Pequeña crónica de un espectáculo gigante

Si la vida se define por la “incansable búsqueda de la perfección” entonces, como alguna vez escuché, “me puedo morir tranquilo”. Así defino yo al espectáculo “Alegría” de la compañía canadiense del Cirque du Soleil, es simplemente perfecto.
Y hablo de la perfección que no podemos puntualizar ni tecnificar porque podría desarrollar lo excelente que es la iluminación, el sonido, la puesta en escena, y todos los números circenses que forman parte del show, pero estaría siendo infinitamente egoísta con una propuesta que excede a las estructuras del circo tanto como las del teatro.
Apenas llegamos, en taxi (porque si algo no sé es moverme en colectivo en Capital), a la carpa ubicada en la dársena sur de puerto madero nos sacamos la única foto que nos permitieron y emprendimos el ritual de prender un pucho. Ya la magia se sentía alrededor nuestro y también sentimos la realidad de ser un país del tercer mundo porque los precios del merchandising eran a razón euro (un llavero costaba $40) y el capital que poseíamos era a razón peso.
Luego de apagar el “cilindro cancerígeno” que tanto disfrutamos nos dirigimos hacia el ingreso 6 que era el que nos había tocado en suerte y nos encontramos con nuestros lugares.
Segundo impacto de realidad, estábamos de costado.
Comenzaron a aparecer los personajes del espectáculo y nosotros comenzamos a sentirnos absorbidos por la presentación. No creo que mi vocabulario acotado pueda describirles lo que sentíamos mientras se sucedían los números y se nos llenaban todos los sentidos de un arte de excelencia insuperable.
Llegó el intermezzo y con este largas colas para ir al baño y hambre que saciamos a medias comiendo unos panchos de poquísima calidad y muchísimo valor (tercer impacto de realidad).
Cuando por fin mi novia logró salir del baño ingresamos de nuevo a la carpa para volver a abstraernos por lo menos por dos horas de la realidad y vivir en el mundo mágico del Cirque du Soleil.
En este segundo momento tuvimos la agradable compañía de una familia que, al parecer, habían disfrutado del show en DVD y nos anticipaban cada momento venidero del espectáculo. Pero nada importaba porque en un segundo volvimos a ser abducidos por la magia hasta que nos encontramos con la canción “alegría”, momento que le da fin al show.
Como si nos hubiésemos eyectado del asiento nos paramos a aplaudir una de las experiencias, porque llamarlo espectáculo es poco, más hermosas que vivimos y a agradecer que siga existiendo el arte porque nos alegra.
Salimos de la carpa y nos chocamos, por cuarta vez, con la realidad. Nos sabemos como llegar a Retiro. Pero como nada nos importaba caminamos y caminamos y caminamos hasta subirnos a un taxi y emprender la vuelta a casa.
Hoy, domingo, nos fue difícil empezar con nuestra rutina otra vez porque sabíamos que, al menos por unas horas, vivimos en un mundo lleno de Alegría.

PD: Si quieren saber de qué se trata el show, compren o alquilen el DVD.

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