Columna XIII - Hoy: Día del Padre
A mi abuelo se le mueve la estantería, saca libros para lograr un peso equilibrado e impedir así que se le venga encima todo el estante.
La repisa es más alta que él y mucho más ancha, quizás un arco de fútbol 5 sería un buen ejemplo. Tranquilamente al caer podría aplastarlo como también provocar un desparramo de libros por todo el living.
Son las 4 de la mañana, todavía no le llegó el diario con los quilombos en Gualeguaychú, y se levantó porque la esposa, mi abuela, anda con miedos cardíacos entonces sobresaltada salió a exigir un vaso de agua. Él la quiere mucho y se lo notó triste toda la semana. Como si esto fuera poco, el tembleque de la estantería es la gota que está por rebalsar la paciencia de mi abuelo. Espío todo esto por la mirilla de la ventana, en una casa desde enfrente. Suele mi abuelo andar con ginebra, esta noche el que se marea es su entorno. No debe celebrar nada, un toque asustado estoy pero la abuela suele tener últimamente estos ataques de miedo. Se la debe ver venir…
¡Cuánto coraje! Los está apilando a los libros en todos lados, desde la mesita que sólo soporta el control remoto hasta utiliza los azulejos de los rincones. Cual obrero que carga mucho cargamento, los apila de a varios: algunos añejos, otros buscan ser leídos, algunos perdieron hasta capítulos enteros y entre todos esos no estará Flores Robadas en los Jardines de Quilmes que se lo saqué el otro día sin que se diera cuenta. No creo que sepa todo lo que tiene ahí. Todavía sigo soplando las telarañas que recubren la novela de Asís.
Es una situación cotidiana jodida para alguien mayor encima de madrugada, sus hijos no pueden ayudarlo ahora porque ya son padres en otros lugares y probablemente estén tratando de hacer lo mismo. Acomodando sus propias estanterías de alguna manera.
15 junio 2008
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