19 abril 2012

Teatro MTQN: Vertical (cuando nos quedamos muertos)

por Federico Aicardi

Si el ser humano se caracteriza por algo a lo largo de la historia es por su propensión a alimentarse, por el goce que de la comida produce, infinidad de pinturas e imágenes retratan los grandes bacanales donde la comida es sinónimo de opulencia, donde los cuerpos obesos significan la real definición del buen vivir y la voracidad condición del pertenecer. Así también definimos la pobreza y la escasez con la imagen de un niño desnutrido, con las costillas marcadas contra su piel y la mueca de tristeza dibujada en su rostro sin que esta podamos borrarla de nuestras mentes con algún producto químico. Y es que el hambre nos lleva infinidad de veces a cruzar esa barrera de civilidad que nos separa de los animales, esa corrección política que nos diferencia de un perro, un mono o un leopardo. Es en esa finísima línea que existe y que no siempre vemos en donde los personajes de “Vertical (cuando nos quedamos muertos)” pasan sus días. Es que ellos han decidido, ante la deseperación y el hambre, plantar bandera, una bandera siniestra pero bandera al fin, ellos han decidido comerse al “otro”. ¿Quién es el otro? Cualquiera que no forme parte de este “nosotros”. Así se podría definir a la comunidad que vive en este edificio, un nosotros siniestro que no se entiende a si mismo como siniestro. Somos los “otros” lo que lo entendemos de esa forma porque no formamos parte, porque estamos en peligro, porque creemos que la antropofagia es aberrante. Los personajes (interpretados por Cecilia Mastria, Natalia Leggio, David Giménez, Marina Bermúdez, Natalia Esquenazzi, Soledad Murguía, Nicolás Cefarelli) no se juzgan, no tienen intención de hacerlo, ni se les cruza por la cabeza pensarse como criminales y, menos aún, como animales. Pero existe algo de animalidad en ellos, devoran, exterminan, y gozan de la carne del “otro” y saben que el goce no está en la comida sino en el poder de exterminar a ese “otro”. Así todo irá creciendo, crecerá el exterminio, crecerá el goce, crecerá el recelo hasta que lo único que pueda crecer es la muerte y, de ahí en más, nada puede crecer. El trabajo de Vertical está enmarcado en la clínica de producción de espectáculos que Romina Mazzadi Arro conduce hace ya varios años (de la misma nacieron obras como Marta Stutz, Bésame mucho, Raspando la cruz, Insosiego, etc.). Este “espacio pedagógico” (en palabras de Mazzadi Arro) permite que los actores construyan desde los inicios el espectáculo teatral, producir íntegramente la puesta y todo lo que esto conlleva. Así hay que diferenciar los espectáculos nacidos de esta instancia pedagógica de los producidos por el grupo Hijos de Roche. Esta aclaración no es inocente ya que “Vertical” encuentra en muchos pasajes diferencias actorales que hacen de la misma una puesta despareja y es que, dentro de la genialidad con la que Romina Mazzadi construye imágenes, existen actores que, al no poder llenar esas imágenes, quedan atrapados dentro de las mismas. Se puede pensar como un arma de doble filo, las actuaciones que puedan abarcar lo subyugante de la puesta de Mazzadi, brillarán más que las luces que cambian de colores, los que no lo logren quedarán opcados por los spots lumínicos. Así, es imposible no recordar y no enamorarse de los personajes de Cecilia Mastria, Natalia Esquenazzi y David Giménez porque son gigantes, son terribles, son adorables, son más grandes que el lugar que viven y nos llenan de sensaciones que, algunas veces, no podemos puntualizar porque estamos hablando de canibalismo. “Vertical (cuando nos quedamos muertos)” es una propuesta original, retorcida, visualmente increíble que nos deja con ganas de que todos los personajes puedan devorar lo escénicamente planteado para que sólo queden ellos frente a nosotros y nos dejen con la sensación que, en una de esas posibilidades, seamos nosotros los que quedemos muertos.

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