26 octubre 2008

La columna del Domingo

Capítulo XXII – Con mayor honestidad brutal que Pedro Cactus

Llamando a quien no conozco. Lejos de la ciudad quiero estar pero después acá, termino pidiéndole a la luna un boleto gratuito de regreso. Es feo verse de sobra, he gritado con la boca cerrada más de una vez. Sobran ideas, ¿Por qué no las puedo decir?. Si se adquiere sólo lo que se pierde, tengo la mochila rebalsada. Armando viajes periféricos con ésta misma mochila cuando a mi edad, alrededor, hay ansias de balnearios marplatenses. Ah, sigo sin DNI.
Controlando el pulso cardíaco como si fuera un viejito. Hablando cuando tengo que besar. Mirando por la cerradura cuando las llaves están puestas. Tocando la guitarra invisible de una manera bestial. Imaginando, saltando desde el living, en unos escenarios con puestas en escena inadmisibles. Desconfiando de los egoístas y a veces -increíblemente- soy uno de ellos. Desaparecido entre el accionar de la multitud. Quiero lo que se me canta y lo encuentro con ocurrencias tontas. Ah, quise llorar hace minutos y no salió ninguna gota.
Angustiado siento un bienestar alegredmente extraño. Mandando un mensaje de texto a la hora equivocada. Así, el domingo día de descanso, debo cansarme haciendo cosas como para no darle lugar al ya conocido arrepentimiento. Ni vapuleado concilio el sueño. Genero envidia en mis conocidos cocainómanos porque deambulo estimulado hasta para atarme un cordón. No puedo desatarme de casi nada, menos de mí mismo. Llevo escritos elaborados sobre el insomnio que daría para una trilogía. Ah, el sueño no llega si uno lo espera.
Comprando películas que aparecerán en cartelera meses después. Demoro en abrazarte, en abrazarlos y en abrazarla, por eso será que la almohada termina con tantas marcas. Odiando hacer un texto autorreferencial y lo redacto sin chistar. ¿Cuántos podrían clavar miles de paradojas mucho más brutales que éstas?. Hablando de espiritualidad y fruncen su ceño mientras me escuchan, ¡Cómo si estaría en otra sintonía!.
Desintoxicado o intoxicado, sin un término medio. Tropezando con la pelota en el intento por firuletear una gambeta infernal. Transmitiendo duda cuando hay que dar seguridad. Necesitando aprender todo el tiempo y me incomoda cursar diariamente en una facultad. Igual he pasado varias mañanas con amigotes, tirados en el pasto, tratando de entender sin libros a nuestro lado. “Siendo autodidacta es mayor el esfuerzo mental por querer comprender todo, hay personas que ya resolvieron varios enigmas que tienes tú dando vueltitas”, me dice mi vieja, en un almuerzo, como si luego el tierno: “¿te paso la ensalada?”, borrara los inoportunos dichos anteriores.
Ah, queriendo terminar un texto y claro, no encontrando la manera de rematarlo.


Txt: Quintín Palma

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La soledad y sus paradojas
Ayer quedé con mis mejores amigos, una amiga nuestra que desde que se ha echado novio es casi imposible verla y dos amigas que este verano se fueron a vivir a Almería. El caso es que como nos preguntaron por la gente las pusimos al día y estuvimos hablando de todo lo que ha ocurrido desde que se fueron, y ellas llegaron a la conclusión de que la principal culpable de que nos hayamos distanciado del otro grupo, al que llamamos los "happy fucking friends" debido a unos líos sexuales que tienen y no entienden ni ellos mismos, es una chica que desde que la conocimos hace un par de años ha tenido cinco grupos de amigos y en todos ha sembrado la discordia.

El caso es que a esta chica se le nota bastante que le tiene fobia a la soledad y por eso con tal de quedar bien a toda costa le dice a todo el mundo que sí, ojo, no la pretendo justificar, su actitud me parece reprobable porque es muy consciente de que debido a su actitud los malos rollos llegan antes o después. Además por si fuera poco estuvo saliendo con uno de la pandilla antes de que produjera el mencionado cisma y le puso los cuernos con varios tíos, para ahora manipularlo a su antojo y ponerlo en contra de todo bicho viviente (incluidos nosotros)

Y ahí entra mi divagación de hoy, en cierto modo no deja de darme lástima este tipo de gente que se lamenta de lo mala que es la soledad pero luego se aprovechan de los demás para sentirse acompañados y en cuanto se cansan de la gente hacen alguna putadita y se van a otro grupo de incautos. La soledad nunca me ha parecido mala, al contrario siempre la he visto muy instructiva, ya que nos permite zambullirnos en nuestros pensamientos, en lo más profundo de nuestro ser y encontrar las respuestas que necesitamos (al menos en mi caso) Puedo entender que haya gente que no soporte la soledad pero hay que tener unos principios para no ir aprovechándose tampoco de la gente porque al final, y ahí entra el título de la entrada de hoy, la gente acaba hartándose y llegará un momento en que la soledad caiga sobre el fugitivo en su momento de máxima debilidad.

Besos paradójicos.

Matias Bordione dijo...

¿Probaste con un yogurt?