En esta entrega continuamos en la línea de la arquitectura catalana, aunque el arquitecto que nos ocupa hoy no tiene obra en Latinoamérica, sino que trabajó mayormente en Europa hacia fines del siglo XX. Enric Miralles nació en 1955, estudió en Barcelona y comenzó a trabajar en un prestigioso estudio catalán – el de Viaplana y Piñón - a principios de los ´70. Forjaría luego un contundente cuerpo de obra. Su vida, tan intensa como penetrante la mirada bajo sus cejas pobladas, lo llevó a dictar clases y cursos en todo el mundo. Así fue que llegó a Rosario a mediados de los años ´90, de la mano de una nueva generación de jóvenes arquitectos locales muy interesados en su modo de ver, entender y practicar la disciplina. Brindó charlas y talleres y dejó una legión de admiradores de su arquitectura única y original, telúrica y tectónica.
“el hecho de estar trabajando en la periferia te permite decidir a que lado de la línea te pones, si rehaces ciudad o si estas interesado en dar forma a ese límite de un modo más abstracto. Lógicamente, esta decisión va tiñendo los otros encargos, incluso si se producen en un medio más urbano.”
“me gustaría primeramente insistir en que lo que yo entiendo por estilo no es la repetición sistemática de gestos formales, sino que es algo que proviene de una forma de operar. Los gestos que determinan mi obra nacen de una serie de intereses específicos, independientemente del resultado espacial que adquieran. Es una especie de repetición sistemática de ciertos actos, que dan coherencia a las cosas. […] yo no opero con criterios visuales sino constructivos...”
En él confluyen el estudio profundo de las obras de sus compatriotas Gaudí y Jujol, la arquitectura moderna española de los ´50 (Coderch y De La Sota), el mudéjar andaluz y gótico catalán, así como los lenguajes manejados por Le Corbusier y los escandinavos Pietilä, Lewerentz, y Alvar Aalto.
Su producción, original en el sentido de búsqueda del origen, tiene ese delicado equilibrio entre tradición y vanguardia, entre lo arcaico y lo contemporáneo. La poesía está siempre presente en sus obras, que escapan de la definición estricta de arquitectura para contaminarse con varias disciplinas artísticas ya que entre sus influencias también contamos al grupo inglés Monty Phyton (cultores de un humor casi surrealista) y al cubismo. El uso dado a rampas, escaleras, bancos, pérgolas, en sus proyectos de carácter más urbano, realzan la buscada comunión con la tierra. La utilización del hormigón armado en gran parte de su primera obra otorga pesadez, opacidad y contundencia a una obra que, paradójicamente, buscaba levantar vuelo. En sus espacios de carácter más institucional, la importancia que otorgaba a los recorridos y a las áreas comunes, dota a su arquitectura de un carácter único y distintivo.
Su obra reconoce dos etapas; la primera asociado a Carmé Pinós, hasta principios de los 90, de producción local, acotada y de escala pequeña y mediana, pero no exenta de exquisitez. Luego se asocia a Benedetta Tagliabue, realiza proyectos de gran envergadura, gana varios concursos y su figura cobra, definitivamente, relevancia internacional. Esta etapa se cierra en 2000 con su muerte, aunque su socia y esposa continuaría con las obras y proyectos inconclusos.
21 octubre 2010
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