El “Indio” Solari presentó su nueva placa en Jesús María con un anfiteatro colmado, dando muestras de su gran momento artístico. Un show musicalmente impecable que revivió el pasado musical y da inicio a una gira que continuará en Tandil.
Todos obedecieron las consignas conceptuales del sistema y tienen ahora el cielo garantizado. Cuando la década del 90 se terminaba, las corporaciones se ponían a cantar victoria sobre las nuevas bandas argentinas de rock. Contratos sobre la mesa e interminables cláusulas para garantizar música en todo el país durante años. El presente no se cansa de mostrar los frutos obtenidos: minutos televisivos en programas de rock, participaciones en festivales multitudinarios, homenajes y una o dos tapas de revistas al año. Se podrían describir innumerables situaciones que reflejen el minucioso trabajo de las grandes empresas enquistadas en el ambiente, pero nos bastará sólo con una: la vuelta de Soda Stereo a cambio de millones de dólares.
En el lado oscuro se encuentra Carlos “Indio” Solari, que transita un infierno al que nadie quiere pertenecer, ser independiente, poco social y tener una nula aparición mediática, lo ha llevado a ser la figura endiablada de la música. Carga sobre su espalda todo lo que no es el circo del rock y las reglas del juego son impuestas por él, un tesoro de los inocentes. Cada vez más lejos de salir en alguna revista con una bella actriz o mantener su fama demoliendo hoteles, este brillante artista perdura con ética y un claro manejo artístico en sus trabajos.
Un poco más de dos años demoró su regreso a los estadios. Ya completamente separado de los “Redonditos de Ricota” o mejor dicho de Skay Beillison, eligió un lugar apartado para hacer su aparición, a 800 kilómetros de Capital Federal, para la presentación de su disco solista “Porco Rex” (Solari insiste con que la banda se llame “Los fundamentalistas del aire acondicionado”). Una gran expectativa si se tiene en cuenta que muy poco se difunde del recital y nada se sabe del espectáculo que puede llegar a brindar. Sólo se conocía su nueva placa estrenada en diciembre de 2007 con 13 temas fieles al estilo personal del cantante, mucha tecnología puesta al servicio de la música.
Unas 40 mil personas coparon el anfiteatro “José Hernández”, más conocido por sus espectáculos de doma y folklore, y pusieron en claro qué tipo de gente mueve este enigmático cantante cuando da sus shows. Multitudes con sus banderas en alto mostrando que los lugares más lejanos también se hacían presentes. Personas en su mayoría de carácter humilde cuyos frustrados sueños le son devueltos en cada canción y retornan las esperanzas de seguir luchando contra las adversidades.
Cerca de las 21:30 las luces desaparecían y la grave voz del “Indio” saludaba y daba inicio a lo que serían dos horas de un espectáculo brillante. Siempre a la altura del entorno que lo acompañaba, cada canción le daba a la gente motivos para tener fuertes encuentros emocionales. Allá a lo lejos quedaba el frío clima, el largo viaje, las corridas para ingresar, el maltrato de la policía y como una declaración de independencia todos saltaban libres al ritmo de las melodías. La fidelidad estaba intacta.
Las pantallas estaban ubicadas a la espalda de los músicos para poner luz en los rostros de cada espectador con animaciones relacionadas a los temas que sonaban. Sólo cuando venían los repasos de los temas “ricoteros” se veía la imagen engrandecida del cantante tras los lentes oscuros y su plenitud artística. El único momento de confesión estuvo en la dedicación del cantante de su show a la madre fallecida 4 días antes.
Para finalizar el clásico “Ji ji Ji” con el estadio completamente iluminado y un “pogo” gigante que hizo temblar las tierras cordobesas. Luego el retorno de un público feliz que había visto lo que esperaba: un artista inmune que parece no recibir las embestidas del tiempo.
En este mundo del rock el rol maligno lo tiene el “Indio” Solari. Está muy lejos de ser una estrella rocanrolera en aras de cobrar su jubilación y a la espera que salga un “grandes éxitos” que se venda bien. Siempre va a ser más que su reputación. Aparece cuando nadie lo espera, se entromete donde nadie lo necesita y que una vez más hace sacudir los cimientos del sistema. Este personaje es necesario para todas estas personas que ven su futuro se ve cada vez más amputado. Que tienen la necesidad de sentirse bien y alejarse de la violencia diaria que los rodea. Al menos por unas horas lleva este infierno a ser un poco más encantador.
Hay un poco de turbulencia pero se lo puede ver al cantante en acción en uno de los ocho temas ricoteros de la noche.
13 abril 2008
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