10 septiembre 2013

La peste necesaria - Kartún, el año de Salomé.



Por Federico Aicardi

Todos nos despertamos a una hora, casi siempre a la misma, hacemos de nuestras costumbres un ritual, casi siempre los mismos, y nuestro día se repite casi siempre de la misma forma. Es esa “forma/formante” que da sentido y dirección a nuestras vidas. Quien hable que detesta la rutina hará una rutina de escapar de la rutina, quien se intente proteger de lo extraordinario, saldrá a la calle y un pájaro le manchará el saco. Todo es excepcionalmente rutinario, todo es rutina de lo excepcional. Entre todo esto, el teatro, esa manera de tratar de condensar todo (o algo) que nos sucede emerge.
Pero lo curioso es que para que un suceso extraordinario como una obra teatral se presente se deberá ensayar milimétricamente cada movimiento, cada inflexión vocal, cada luz como para no dejar nada librado al azar y es ese azar incontrolable lo que hace que cada función sea única en su especie. Nos encontramos en medio del desierto intentando perseguir el horizonte.
Una pregunta la que me surgió luego de ver “Kartún, el año de Salomé” ¿Se puede documentalizar el teatro, se puede dar cuenta de un todo que se modifica constantemente?
Sí, se puede.
Los directores Hugo Crexell y Mónica Salerno nos sumergen en un pedazo de historia, de una historia en particular, nos muestran el teatro a través de una de sus figuras, de esas que tienen la capacidad de absorber la atención del menos interesado, esa figura es Mauricio Kartún y ese momento, ese pedazo de historia, es el proceso de presentación de “Salomé de chacra”.
La película es un indispensable para alguien que ame el teatro porque, simplemente, Kartún es indispensable. Quien ame reflexionar sobre el arte necesita escuchar las reflexiones de una de las mentes más interesantes de nuestro país. Conceptos de la talla de “estado sagrado de inutilidad”, “representación, presentación, sentir”, “cajas chinas” nos empujan, literalmente, a pensar. Kartún no obliga a pensar, el documental nos obliga a reflexionar. Crexell y Salerno, brillantemente, no llamaron al documental “Kartún” sino que se llama “Kartún, el año de Salomé” porque es imposible abarcar el universo completo Kartún, pero si, podemos ver ese pedacito de vida que es el trabajo de esta obra, de ahí, construyamos, y lo que tenemos que construir es nuestro propio año. Se llamará el año de “la ventana que mira al techo” o el año de “un corazón gigante”. Estamos ante la posibilidad de ver a un genio llevando a cabo su genialidad. Una genialidad que debería contagiar en tiempos donde no está bien visto frenar.



Kartún colecciona fotografías, momentos quietos, instantes congelados. Kartún arma arte con ramas de árboles, sacraliza la nada, lo inútil. Nos demuestra que para que toda idea surja tenemos que frenar porque es imposible analizar algo arriba de una vida que viaja a la velocidad del tren bala, el paisaje se torna confuso. Kartún trabaja tres horas en un ensayo para sumar un minuto y su elenco lo festeja como se festeja un campeonato. Manuel Vicente, Lorena Vega, Osqui Gusmán y Stella Galazzi son esos actores principales que son secundarios en el documental, son los que protagonizan “Salomé de chacra” pero no “el año de Salomé”, es eso de maravilloso que tiene este documental, esa subversión de los roles, el que mira es el mirado, el que actúa es el que acompaña, y nosotros acompañamos a todos ellos sin ser observados.
“Kartún, el año de Salomé” es una experiencia, ya deja de ser un documental, es la posibilidad de compartir un rato con ese dramaturgo único, con esa peste (como se autodenomina), con una persona (no personaje) que enseña sin querer, esa misma persona que trabajaba de 3 Am a 10 AM, ese es Kartún, todo eso es Kartún. En síntesis, y en palabras del mismísimo protagonista, “a vos te puede gustar o no, pero esto es un pijazo”.

(El documental se proyectará como película invitada el sábado 14 de Septiembre a las 18:00hs en La Comedia Teatro Municipal en el marco del XX Festival latinoamericano de video de Rosario) 

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