Un pueblo en el medio de la nada, un lugar solitario demarcado por los extremos que establecen dos edificios con el mismo estilo y funciones ligadas por las necesidades sociales de ocultar y reencaminar: una cárcel y un orfanato. Un hombre encerrado tras las rejas, una mujer que creció tras las paredes. Un tiempo de violencias y cambios, un siglo XX aún embrionario. Y la soledad. Todas las soledades del mundo. Esta es la materia prima de
La orfandad (Alfaguara), la nueva novela de
Sylvia Iparraguirre, cuyos protagonistas son Bautista Pissano, un anarquista condenado al encierro en San Alfonso, el caserío en el que transcurre la historia, y Sonia Reus, una mujer que tomará la decisión de irse a vivir sola tras haber pasado casi veinte años en el Hogar, al qu
e llegó luego de que sus padres fallecieran.
Con un estilo impecable y con giros que acercan al lector a la cotidianeidad, tanto del habla como de los sentimientos,
Iparraguirre nos traslada a dos interiores, el primero, el de un país que intenta encontrar su rumbo en un planeta que empieza a convulsionarse, el segundo, el del descubrimiento individual de la soledad. Tanto Bautista como Sonia no pueden (y no quieren) más que mirar hacia delante, hacia lo que vendrá, aunque ese devenir tenga que ver más con aceptaciones que con construcciones. Y es en estos límites que se va edificando un amor que se consolida desde los silencios.
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e llegó luego de que sus padres fallecieran.
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