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Mi salmón rosado...y con espinas
Sí, recuerdo perfectamente lo extraño de esos años, con la renuncia de chacho álvarez y la desilusión, la banelcoimización y la posterior cavallización. Y mi inminente renuncia a ser una persona de derecha (perdón, de derecho). Mi propia persona lidiando entre una carrera -a contrarreloj- y una ex pareja fugaz y nutra sweet, de 27 años (yo recién había cumplido 21). El affaire ilegal -ella tenía novio- me había dejado algo creído pero no curado: me había dejado, digamos. El día exacto en que por primera vez tuve el salmón en mis manos me había levantado súper enérgico, con esa sensación de bienestar agarombado y anisedad tamizada que dan la vida, las preguntas sin respuestas, los duelos y la ingesta de fluvoxamina maleato (el antidepresivo que tomé durante unos meses increíbles). El rivotril, la droga a la que se refería calamaro en Mi Funeral Once ("seguí con el rivo pero ni te juntes con el músico furtivo"), y a la que ya había hecho alusión en Clonazepán y circo de Honetsidad brutal, había decidido no tomarlo: no hacerle caso a "las indicaciones del psiquiatra".
Recuerdo que vivía realidades paralelas e incongruentes, como Argentina, en una mentira: mi propio riesgo país iría subiendo, como el nacional, en una premonición del desastre por el derroche de recursos. Esa mañana, cuando tomé el salmón, venía de visitar a una hermosa compañera de la facultad y la primera impresión del disco fue bastante negativa, por el arte de tapa. Una semana antes había pegado en mi pieza una imagen de Calamaro con el título "Linda noche", que todavía conservo pero en otro lugar. Hasta ese momento en mi cabeza sonaban todo el tiempo las canciones de Honestidad brutal. Por la tarde fui contento pero cicatrizando todavía las heridas a buscar más cura: tenía turno con el padre Ignacio. Fue el viernes 3 de noviembre de 2000, el día del cumpleaños de newell's. Esperé mi turno dejando de lado los apuntes de abogacía para darle lugar a las letras impresas de las canciones de honestidad brutal, el disco que me había acompañado en la conquista de mi musa y el que musicalizaba su pérdida; el disco predilecto de esa época convulsionada, de aquel año 2000 que anticipaba la tormenta nacional y personal que supo musicalizar también -y tan bien- andrés al año siguiente. En 2001 toqué fondo y me declaré contracorriente y en default; dejé las recetas mágicas que me dictaban desde afuera y las pastillas. Perdí mis ahorros educativos y me gané antipatías, pero decidí no formar parte del Vigilante medio argentino.
24 noviembre 2010
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