27 marzo 2010

Sobre el libro de Peter Capusotto

Peter Capusotto está en el ranking de los libros más vendidos desde que salió a la venta. ¿Qué dice ese dato frío de un texto? Pues no mucho. Dema­siada gente opina que ese pelotón de best-séllers, la mayoría de las veces, es pura chatarra que com­pran precisamente quienes no compran libros habitualmente. De cualquier manera, son muchos más quienes los compran. Sin embargo, Peter Capusotto sigue otra lógica más particular. Incluso a pesar de la alta probabilidad de que haya sido pensado en una ofi­cina como otro producto más que debía pertenecer a ese lote de ele­gidos. ¿Por qué otra lógica? Por­que Peter Capusotto es antes que un libro, un registro. Repárese en el hecho de su origen audiovisual. Primero en televisión, luego en radio y ahora en un libro, donde lo audiovisual no desaparece sino que está hiperpresente a través de ilustraciones a cargo de Alfonso Sierra y fotografías de Diego Ca­pusotto interpretando en todas las páginas a cada uno de los perso­najes que le valieron el aura que hacen de éste un libro necesario. Otra vez un pero. Más que un li­bro, es un objeto. Uno poderoso y caprichoso, un fe­tiche. De esos que sus propietarios creen que su naturaleza los hace merecedores de ser expuestos, guardados, y cada tanto revisados. No es que vaya a leerse como a un libro, porque –otra vez– Peter Ca­pusotto es un objeto, un registro. Su carácter necesario perdona que la locura infanticida punk de Violencia Rivas, la estupidez nar­cicista de Pomelo, el glamour pop y nazi de Micky Vainilla, el "inglés de mierda" de Roberto Quenedi o la lírica política de Bombita Rodrí­guez, el Palito Ortega montonero, ideados por Capusotto y Pedro Saborido, no se transmitan con la misma hilaridad que en las dos experiencias previas y siempre en construcción, la radial y –funda­mentalmente– la televisiva. Allí el absurdo cobra seriedad, en el cuerpo del actor.
El libro es otro soporte más de la obra multimedia Peter Capuso­tto . En sí misma, un registro de algo más grande, algo que aquí no podrá develarse del todo. Pe­ro, intentémoslo. Representa primero una dosis grande del humor que los argen­tinos disfrutaron y reprodujeron durante los últimos años, con el tufillo sanamente político que el país recuperó después de la crisis
de 2001 y 2002. Del lugar desta­cado que la discusión acerca de la década de 1970 –de la época previa al golpe (una discusión que abrió más Capusotto) y sobre la dicta­dura específicamente– cobró en estos años. Otro registro de –más que la imposibilidad– la multipli­cidad de posibilidades para expli­car el peronismo. También, ¿por qué no?, de una lógica poco tele­visiva –entonces relajada– en la televisión histérica de esta época; en la Argentina esquizofrénica de los tiempos y el éxito de YouTube. Todo eso, sin contar la reflexión intrínseca que supone sobre el ro­ck en general –como un concepto vaciado por el mercantilismo con­temporáneo– y sobre el rock na­cional en particular, una entidad, a esta altura del partido, bastante más ininteligible.
Peter Capusotto es mucho más que humor, ya de por sí, "una cosa seria". Es el registro de los discur­sos, de las ausencias; como la de la relación entre el rock argentino y el peronismo.
En una entrevista reciente en AdnCultura, Ca­pusotto señaló: "El programa es una necesidad de expresión muy importante(...). Del otro lado hay aliados, pares, gente para la que el programa también se ha converti­do en algo curiosamente necesa­rio". Valga este documento-objeto, también necesario, al menos para enseñar o coleccionar.

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