Peter Capusotto está en el ranking de los libros más vendidos desde que salió a la venta. ¿Qué dice ese dato frío de un texto? Pues no mucho. Demasiada gente opina que ese pelotón de best-séllers, la mayoría de las veces, es pura chatarra que compran precisamente quienes no compran libros habitualmente. De cualquier manera, son muchos más quienes los compran. Sin embargo, Peter Capusotto sigue otra lógica más particular. Incluso a pesar de la alta probabilidad de que haya sido pensado en una oficina como otro producto más que debía pertenecer a ese lote de elegidos. ¿Por qué otra lógica? Porque Peter Capusotto es antes que un libro, un registro. Repárese en el hecho de su origen audiovisual. Primero en televisión, luego en radio y ahora en un libro, donde lo audiovisual no desaparece sino que está hiperpresente a través de ilustraciones a cargo de Alfonso Sierra y fotografías de Diego Capusotto interpretando en todas las páginas a cada uno de los personajes que le valieron el aura que hacen de éste un libro necesario. Otra vez un pero. Más que un libro, es un objeto. Uno poderoso y caprichoso, un fetiche. De esos que sus propietarios creen que su naturaleza los hace merecedores de ser expuestos, guardados, y cada tanto revisados. No es que vaya a leerse como a un libro, porque –otra vez– Peter Capusotto es un objeto, un registro. Su carácter necesario perdona que la locura infanticida punk de Violencia Rivas, la estupidez narcicista de Pomelo, el glamour pop y nazi de Micky Vainilla, el "inglés de mierda" de Roberto Quenedi o la lírica política de Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero, ideados por Capusotto y Pedro Saborido, no se transmitan con la misma hilaridad que en las dos experiencias previas y siempre en construcción, la radial y –fundamentalmente– la televisiva. Allí el absurdo cobra seriedad, en el cuerpo del actor.
El libro es otro soporte más de la obra multimedia Peter Capusotto . En sí misma, un registro de algo más grande, algo que aquí no podrá develarse del todo. Pero, intentémoslo. Representa primero una dosis grande del humor que los argentinos disfrutaron y reprodujeron durante los últimos años, con el tufillo sanamente político que el país recuperó después de la crisis
de 2001 y 2002. Del lugar destacado que la discusión acerca de la década de 1970 –de la época previa al golpe (una discusión que abrió más Capusotto) y sobre la dictadura específicamente– cobró en estos años. Otro registro de –más que la imposibilidad– la multiplicidad de posibilidades para explicar el peronismo. También, ¿por qué no?, de una lógica poco televisiva –entonces relajada– en la televisión histérica de esta época; en la Argentina esquizofrénica de los tiempos y el éxito de YouTube. Todo eso, sin contar la reflexión intrínseca que supone sobre el rock en general –como un concepto vaciado por el mercantilismo contemporáneo– y sobre el rock nacional en particular, una entidad, a esta altura del partido, bastante más ininteligible.
Peter Capusotto es mucho más que humor, ya de por sí, "una cosa seria". Es el registro de los discursos, de las ausencias; como la de la relación entre el rock argentino y el peronismo.
En una entrevista reciente en AdnCultura, Capusotto señaló: "El programa es una necesidad de expresión muy importante(...). Del otro lado hay aliados, pares, gente para la que el programa también se ha convertido en algo curiosamente necesario". Valga este documento-objeto, también necesario, al menos para enseñar o coleccionar.
27 marzo 2010
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