11 julio 2009

Un relato desde el aislamiento social

Txt: Quintín Palma

En unos minutos se cumplen diez días de mi encierro. Apenas me enteré de que murieron personas con ésto de la gripe, directamente compré provisiones y ahora ya no pienso salir de acá. La felicidad me ha guiñado el ojo.
El lugar es tan pequeño que no alcanzo a tenerlo. Me siento libre en una nueva vida. Aquí nadie va a sermonear, nadie va a criticar... nada de vacilar, hace diez días que tengo la sensación de que nada termina. Suban señores, suban a éste día, todos caben aquí, saquen boleto. Al fin un día como éstos, la soledad está de lo más radiante.
Vení, sé que soy muy pesado, un hombre pesado que molesta a la gente, porque necesito compañía. Bueno pero no la quiero a la gente, porque uno la puede perder y eso es malo, tener que tomarle cariño a algo, la posibilidad de perderlo. Acá soy un habitante vagabundo, un cocinero, un asesino encubierto, niño de ratos, juego a ser príncipe, crítico de cine, analista de noticias e incluso pájaro... acá no tengo un sólo rol social!
Están todos locos allá afuera. Hacen edificios cada vez más altos, más finitos, como para que estén todos los “hombros con hombros”, ciudades sin árboles, patrullados con miedo y gases lacrimógenos, hombres de negocios, aquel pobre que veo desde mi ventana ¿sabe mirar el cielo?, semáforos en cada esquina, ¿adónde van? ¿en busca de qué?. Aquí nada importa, todo está bien, y siempre existe un mañana mejor. En cambio afuera, tengo que justificar mi existencia, estoy controlado por todos: mi familia, el gobierno, mis amigos, los productores, te exigen que mejores día tras día. Aquí, el fracaso. Afuera, es dramático y lamentable.
Lo que pasa que los ideales se mueren cuando uno crece, se pierde creciendo cada día, cada minuto, cada segundo, lo matan. Uno se muere de niño, se transforma en hombre cosa, hombre nada.
Dios caminaba solitario, por las habitaciones del cielo, en sus ojos brillaban, divinas lágrimas... Crearé un mundo nuevo, perfecto a mi voluntad. Así se animaba. Pero al terminar cada planeta, perfecto en todo sentido se entristecía de nuevo... nada, nada lo divertía. Pobre Dios! Ah! Pero en su cabeza divina surgió esta maravillosa idea! Crearé un mundo perfecto, pero ocultando a los ojos de sus seres tal perfección! Y así creó la tierra. Y al poco tiempo comenzó a reir. Los hombres decían que todo estaba mal, que había que cambiar al mundo. Y dios reía. Mil generaciones no lo advirtieron, y mil, y mil, y mil más, tampoco!!!
Uno consigue el respeto cuando es grande, se consigue que a uno lo escuchen, que no le griten, que no lo manden; pero eso es lo que se cree. Siempre hay un papá o una mamá que se disfraza de jefe, que ordena y ordena que uno haga y no hay que hablar fuerte y miedo, mucho miedo... y a uno lo castran pero no importa... hay que seguir... seguir muriendo... muriendo.
Quiero saber lo que pasará después que me pudra... porque ya me estoy pudriendo... mi pelo se está cayendo, tengo panza, estoy viejo, no tengo sexo... sé demasiado y no bastante...
Yo aquí vine a proclamar mi universo... con mi estúpida vida. Tomenlo o dejenlo... quien tenga oidos.
Si me muriera ahora sería tan estúpido, como indiferente, pero yo no quiero morir ahora... no sé porque causa estrafalaria me siento bien.
Me voy a cenar... había una vez un obrero que quiso ser policía y mandó a su hijo a robar un cordero para él poder descubrirlo. Hasta el amor nos lastima allá afuera.

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