11 marzo 2014

Las cartas del chico Beto - Rápidos y fastidiosos



Hola querido primito Hugo:
                                            Acá el chico Beto te escribe desde Uspallata, sí weón, Uspallata, Argentina! Ya estoy en territorio argentino culeáo! Esto cada día parece más real, el chico beto se va al mundial y no hay tormenta, ni cadena montañosa, ni lago, ni terremoto, ni nada que lo frene. Me siento como San Martín weón pero con una causa mucho más egoísta que es ir a alentar a la roja (o a la que sea, total, una vez que llegue allá me hago de Bosnia si es con tal de seguir este peregrinaje).
                                            Te preguntarás cómo es que llegue en tan pocos días a Uspallata, cómo es que crucé los Andes con tanta velocidad y sin problemas. Es que estuve medio bajoneáu después de lo que pasó con el Firuláis en Putaendo, recordás? Yo había tenido una charla super profunda pero lo que pareció ser un encuentro cercano del tipo canino fue un trip inducido por los hongos que me vendieron.
                                            Así que ahí andaba yo, carepoto por las rutas cuando escucho a lo lejos, un repiqueteo, un tururún, tururún. Ahí, a lo lejos, pude ver a un señor peláu en un sulky que se acercaba a mi a una velocidad inusitada para ese transporte. De repente, cuando ya estaba sintiendo que me atropellaba, el señor frena y me mira, seriote, con cara de pocos amigos. Se puso todo como tenso, como que en cualquier momento se iba pal lado de los tomates. Lo miré, me miró, lo miré, me miró, un can aulló, una señora se cayó, lo miré, me miró, eruté y ahí, me sonrió. Se presentó como el “vin disel andino” porque el era el más rápido y furioso de la cordillera y me ofreció llevarme a Uspallata más rápido de lo que tarda un flato en evaporarse de una canasta. Ahí me subí.
                                           El viaje fue tranquilo, el me contaba sobre sus proyectos de realizar carreras clandestinas de sulky, donde se ponía mucho en juego, el respet, el honor, los caballos y, obviamente, los sulkys. El era un muchacho petisón, peludo y panzón, ná que ver con el vin disel ese pero ¿quién soy yo para cacharle el sueño al muchacho?
                                          Realmente, cruzamos la cordillera en un periquete pero, te voy a ser franco, algo me daba mala espina, cada vez que me hablaba, largaba como un chillido, un chillido raro y todo el tiempo andaba con que “tenemos que bañarnos”, que apenas encontremos un lago nos teníamos que bañar y el único que jedía más que culo e mandril era este Vin Disel. Bueno, llegamos a un lago y frenó, se bajó del sulky y comenzó a desnudarse ¿te dije que era peludo el petiso, no? Bueno, era peludo en serio. Me invitó a bañarme y vo sabé que soy medio tímido pero, andaba todavía con unos arroces metido en el poto y era hora de lavarme un poco así que me desnudé yo también. Bueno, la cosa se puso tensa cuando se me acercó el vin disel y me contó que tenía un cumpa que era el “pol uoker del altiplano” pero que hacía mucho tiempo lo había perdido en una curva y contracurva cerca de Lima. Yo lo miré como se me acercaba y en un momento… se me abalanzó como rengo a la muleta, weón. Se me enamoró el petiso peludo, me quería hacer su mujer y yo le dije que lo apreciaba pero que me gustaban las chichis.
                                             Al rato de forcejear, Vin, entendió y se disculpó, me ofreció llevarme hasta Uspallata, yo acepté. Durante todo el trayecto no nos dijimos ni jota pero me sentí como la cecilia boloco en toda su gloria, deseada. Me bajé en Uspallata y Silvano, el Vin disel andino, partió con su corazón partido. Te voy a ser sincero, el petiso tenía lo suyo pero qué te puedo decir, webón, era demasiado peludo. Igual, estoy seguro, que en alguna curva escondida, está su pol uoker.


Te quiere
El chico Beto


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