22 agosto 2013

5000 años de historia - Lucía y yo



Por Federico Aicardi

“Competimos contra 5000 años de historia” decía mi madre cuando algún tema de género se lanzaba sobre la mesa, cuando las cabezas de esa mesa intentaban refutar “equis” argumento que no parecía válido. “Competimos con 5000 años de historia” era casi un axioma, irrefutable, imposible de contradecir, era toda la historia moderna, colombina, precolombina, del Medioevo, después de Cristo y antes de él, se remontaba casi al primer garrotazo en la cabeza que un cavernícola le dio a su amada (garrotazo literal no metafórico). “Competimos con 5000 años de historia” era el fin de la discusión porque el reino de mi madre, en su casa, la última palabra (que casi siempre era contundente como un plato de polenta) era de ella.
Mientras comenzaba a escribir pensaba en esos cinco mil años de historia, en todo lo que sucedió, en todas las historias que se contaron y entre ellas, particularmente, las historias de Shakespeare. Julieta se mata porque el salame de Romeo no esperó cinco minutos para darse cuenta de que no estaba muerta sino dormida, pensemos que ella se mata porque él no existe más y sin él hubiese sido solamente Julieta y, en esa época, no era mucho. Ricardo III engaña fácilmente a la esposa de quien ha asesinado hace poco y la hace casarse con él. Los ejemplos sobran, las mujeres de Shakespeare (algunas, no las conozco a todas) son débiles y maleables.
¡Ay, aquellos años felices! Eramos hombres muchachos y no le debíamos explicaciones a nadie, hacíamos lo que queríamos, del garrotazo al trono, del trono a los barcos a descubrir el mundo, bajamos del barco y ocupamos los sillones de las empresas más importantes del mundo.
Pero llegó el día en que ese orden “natural” de las cosas donde la mujer sostenía nuestras espaldas comenzó subvertirse y estamos perdidos, muchas veces, buscando una espalda femenina que nos deje sostenerla. Estamos perdidos muchachos y en buena hora. Hoy hasta Hamlet se siente cuestionado. Pobre Hamlet, no sólo tuvo al fantasma de su padre jodiendole la paciencia sino que 500 años después las mujeres lo tildan del primer machista (seamos sinceros, con Ofelia no se portó muy bien) y siente que es hora de reivindicar su imagen, en algún punto con razón, hubo muchos machistas antes que él. En esta empresa reivindicatoria encuentra un ser, una mujer, que le servirá de portavoz de su discurso, esa mujer, ese portavoz, se llama Lucía y ella, como muchas otras mujeres modernas, va al psicólogo.



“Lucía y yo” es la historia de esta chica que tiene a este muchacho, y a sus ansias, dentro de su cuerpo, está poseída por el espíritu del personaje más complejo de Shakespeare y, por esa misma complejidad, le complica la vida a esta muchacha. Ella irá a la sesión de rutina con su psicólogo a tratar de recibir la aydua (o el exorcismo pertinente) para poder expulsar a Hamlet de su cuerpo y Hamlet, pesado como es, no se irá tan fácilmente.
La obra nace en el contexto de los “Cuatro cuartetos” edición 2012 donde el cuarteto Tamburello, Jaworski, Saccomanno y Virgolini se juntaron para darle vida a este montaje. Casi como una irónica correlación el trabajo los poseyó y decidieron continuarlo como un montaje para una temporada. Ahí el cuarteto muta en quinteto con la incorporación de Aldo Villagra en la piel del psicólogo y “que cuarteto de cinco” toma vida y nace “Lucía y yo”.
La biografía cabe destacarla porque dentro de un trabajo que tiene potentes actuaciones que se hacen más intensas por el acompañamiento musical, con una dramaturgia muy interesante y una dirección super minuciosa no podemos separar que la obra se tuvo que readaptar para transformar los veinte minutos originales en estos cuarenta y cinco que podemos ver en esta primer temporada. Allí, la inclusión de Aldo Villagra es vital pero aún no forma parte de ese todo, están Lucía y Hamlet por un lado y el psicólogo por otro con algunas interacciones que aún no terminan de amalgamarlos en un todo cohesionado.
Dicho esto, cabe siempre destacar la actuación física de Villagra que en el inicio y en el final nos demuestra un arsenal de recursos que mantienen a los espectadores atentos y nos demuestra, otra vez, que la palabra, en algunos casos, aniquila el teatro.
“Competimos contra 5000 años de historia” decía mi madre cuando algún tema de género se lanzaba sobre la mesa. Tenía razón, existen 5000 años de historia pero, al parecer, hoy, las cosas se van dando vuelta, tanto se están dando vuelta, que hasta Hamlet, el primer machista, quiere reivindicarse.

No hay comentarios.: