
Estos años de experiencia le han servido para entender las dinámicas de las playas del centro. Por ejemplo, que la arena del club Alfonsina (entre el centro y Punta Iglesias) les resulta benéfica, porque “es más linda, tiene ambiente más agradable, pasa más gente, nos ven”. También, que este no suele ser su mejor mes. “Es que el que está en enero viene puchereando, no llega a cubrir todo, no te da plata. Pero el que viene en febrero tiene más poder adquisitivo, está más tranqui. Enero es más masivo, pero en febrero hay más plata”, según ha evaluado por los ingresos de la mantita frente al cartel azul que funge de arca. “Con lo que sacás de las esculturas, vivís en el verano, estás bien, pero no podés crecer. Eso sí, te podés dar pequeños gustos: ir a comer afuera, comprar algo en la rotisería”, explica Rodrigo. Pero aunque cueste, él está seguro de que esto es lo suyo, y agrega que el buda con la tabla de surf que puede verse a la entrada del balneario Abracadabra es suyo. “Lo que quiero es poder vivir de lo que me gusta, que es hacer esculturas. Sea con arena, con cemento o fierros, con cualquier material.”
Acá en Rosario se han visto intentos de castillitos de arena o frases escritas con una rama en las orillas del río pero la constante crecida del Paraná no permiten que sean perecederas. Una pena.

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