Sin la idea de ir al récord guiness, sin las ganas de llevarlas a un museo, sin la necesidad de quedarse todo el año, simplemente disfrutar de un arte efímero en el veranito y cubrir los gastos. Desde Mar del Plata y con un gorrito delante de las esculturas para que algún turista deposite algo de motivación con un billetito (unas moneditas a ésta altura es poca reetribución) Rodrigo anda por enero haciendo las figuras. El año pasado llegaron a las 10 figuras en todas las quincenas que estuvieron ahí y hace cuatro temporadas que duermen todo el verano en la playa para cuidar las esculturas; es que hay mucho vandalismo, y está latente el rencor de los que venden sahumerios porque observan el laburo de Rodrigo y no pueden asimilar sus limitaciones artísticas, aparte sospechan de que la gente se dé cuenta que los crucigramas que ellos venden por los balnearios son demasiados costosos y poco originales. Por ende, es muy probable que si nadie se queda a dormir en la playa junto a las esculturas de area vengan ya medios tomados del centro durante la madrugada y se pongan a patear las esculturas como si fuera un momento de divertimento.
Estos años de experiencia le han servido para entender las dinámicas de las playas del centro. Por ejemplo, que la arena del club Alfonsina (entre el centro y Punta Iglesias) les resulta benéfica, porque “es más linda, tiene ambiente más agradable, pasa más gente, nos ven”. También, que este no suele ser su mejor mes. “Es que el que está en enero viene puchereando, no llega a cubrir todo, no te da plata. Pero el que viene en febrero tiene más poder adquisitivo, está más tranqui. Enero es más masivo, pero en febrero hay más plata”, según ha evaluado por los ingresos de la mantita frente al cartel azul que funge de arca. “Con lo que sacás de las esculturas, vivís en el verano, estás bien, pero no podés crecer. Eso sí, te podés dar pequeños gustos: ir a comer afuera, comprar algo en la rotisería”, explica Rodrigo. Pero aunque cueste, él está seguro de que esto es lo suyo, y agrega que el buda con la tabla de surf que puede verse a la entrada del balneario Abracadabra es suyo. “Lo que quiero es poder vivir de lo que me gusta, que es hacer esculturas. Sea con arena, con cemento o fierros, con cualquier material.”
Acá en Rosario se han visto intentos de castillitos de arena o frases escritas con una rama en las orillas del río pero la constante crecida del Paraná no permiten que sean perecederas. Una pena.
Estos años de experiencia le han servido para entender las dinámicas de las playas del centro. Por ejemplo, que la arena del club Alfonsina (entre el centro y Punta Iglesias) les resulta benéfica, porque “es más linda, tiene ambiente más agradable, pasa más gente, nos ven”. También, que este no suele ser su mejor mes. “Es que el que está en enero viene puchereando, no llega a cubrir todo, no te da plata. Pero el que viene en febrero tiene más poder adquisitivo, está más tranqui. Enero es más masivo, pero en febrero hay más plata”, según ha evaluado por los ingresos de la mantita frente al cartel azul que funge de arca. “Con lo que sacás de las esculturas, vivís en el verano, estás bien, pero no podés crecer. Eso sí, te podés dar pequeños gustos: ir a comer afuera, comprar algo en la rotisería”, explica Rodrigo. Pero aunque cueste, él está seguro de que esto es lo suyo, y agrega que el buda con la tabla de surf que puede verse a la entrada del balneario Abracadabra es suyo. “Lo que quiero es poder vivir de lo que me gusta, que es hacer esculturas. Sea con arena, con cemento o fierros, con cualquier material.”
Acá en Rosario se han visto intentos de castillitos de arena o frases escritas con una rama en las orillas del río pero la constante crecida del Paraná no permiten que sean perecederas. Una pena.
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