Prolífico, melancólico hasta la sospecha, autobiográfico, frágil, incandescente, Lisandro Aristimuño está parado en un lugar equidistante entre el pop sinuoso de un Lucas Martí y la poética juglaresca de Gabo Ferro. Estos tres artistas -Martí, Gabo y Aristimuño- están definiendo los perfiles de la canción pop (en un sentido amplio) actual a través de obras valientes, inteligentes y obcecadas.
En este cuarto disco Aristimuño parte de su región de origen, la Patagonia, como un lugar mitológico que con sus crónicas del viento le da sentido a una obra singular, por momentos experimental y épica, que abreva en el folclore, que incursiona en la electrónica y que sabe a rock argentino. Es en la búsqueda sonora de ese mix -logrado con sofisticación y originalidad- y en la entonación siempre al borde del quiebre, donde Aristimuño encuentra una solidez que se sobrepone a cualquier bache, a cualquier desnivel. Que los hay, y más en un álbum doble de canciones nuevas.
Las crónicas del viento son dos discos: el Capítulo I se escucha más elaborado y más ambicioso tímbricamente, con una precisa utilización de cuerdas y un despliegue de invitados en el que destacan Fito Páez en el bellísimo vals Desprender del sur y Diego Frenkel en el rapeado de ¿Y vos adónde vas? En el Capitulo II Aristimuño libera más al cantautor: toca todos los instrumentos y emprende si se quiere un camino spinetteano (evocan a Spinetta algunos acordes y hasta los títulos de ciertas canciones: Todas las hojas del jardín, Fecundación...). Sin embargo, la poética por momentos aparece desflecada entre imágenes oníricas y frases prosaicas que casi siempre apuntan a situaciones de nostalgia y pérdida.
Por mérito propio, por obra, por proyección, Lisandro Aristimuño se despega como la gran esperanza dentro de un panorama local que se muerde la cola entre regresos, homenajes y covers. A los 31 años, su cantera invita a detenerse en este puñado de canciones bien tocadas, sensibles y honestas.«
En este cuarto disco Aristimuño parte de su región de origen, la Patagonia, como un lugar mitológico que con sus crónicas del viento le da sentido a una obra singular, por momentos experimental y épica, que abreva en el folclore, que incursiona en la electrónica y que sabe a rock argentino. Es en la búsqueda sonora de ese mix -logrado con sofisticación y originalidad- y en la entonación siempre al borde del quiebre, donde Aristimuño encuentra una solidez que se sobrepone a cualquier bache, a cualquier desnivel. Que los hay, y más en un álbum doble de canciones nuevas.
Las crónicas del viento son dos discos: el Capítulo I se escucha más elaborado y más ambicioso tímbricamente, con una precisa utilización de cuerdas y un despliegue de invitados en el que destacan Fito Páez en el bellísimo vals Desprender del sur y Diego Frenkel en el rapeado de ¿Y vos adónde vas? En el Capitulo II Aristimuño libera más al cantautor: toca todos los instrumentos y emprende si se quiere un camino spinetteano (evocan a Spinetta algunos acordes y hasta los títulos de ciertas canciones: Todas las hojas del jardín, Fecundación...). Sin embargo, la poética por momentos aparece desflecada entre imágenes oníricas y frases prosaicas que casi siempre apuntan a situaciones de nostalgia y pérdida.
Por mérito propio, por obra, por proyección, Lisandro Aristimuño se despega como la gran esperanza dentro de un panorama local que se muerde la cola entre regresos, homenajes y covers. A los 31 años, su cantera invita a detenerse en este puñado de canciones bien tocadas, sensibles y honestas.«
Por Mariano del Mazo para Clarín
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