02 septiembre 2009

Peter Capusotto: otra temporada en el humor


La realidad supera a la ficción, pero a menudo la ficción ayuda a comprender la realidad. Los personajes y los sketches de Peter Capusotto y sus videos toman la irreverencia y la pedantería rocker, la lírica elitista sólo para entendidos, las melodías berretas y pegadizas, la ensalada de los recitales masivos de rock y la futbolización ritualista, sin olvidar a los medios, Sadaic, la religión, el sistema educativo, las terapias alternativas, la policía, Luis Barrionuevo, Roberto Lavagna o el bigote de Aníbal Fernández. Capusotto hace reír del absurdo de lo que es admirado -por él mismo también-, y de tal veneración: su programa, que lleva de cortina Simpatía por el diablo, hace honor a la lengua stone. Y logró tanta empatía que se ganó el respeto de aquellos que lo miraban de reojo al pasar del zapping prejuicioso sobre la TV pública. Recuerdo que hasta hace dos años algunos seres cercanos me mostraban la peor cara (la de culo) cuando estoicamente pero con espíritu epicúreo me apoderaba del control remoto para (im)poner Canal 7. Ahora se sientan a mirarlo y, por cierto, con otro semblante. Aceptado, premiado -“institucionalizado” si se quiere-, sus personajes más conocidos ya son estampados en remeras, cosa extraña para cualquier ciclo de humor que no se trate de dibujos animados. Aunque, en verdad, ese ingrediente tampoco fue ajeno al programa, gracias a “Las aventuras de Charly y Nito”, en cuya introducción Capusotto sostenía que “la mayoría de los grupos de rock ahora parecen grupos para niños”. El programa combina historia, realidad, ficción, humor, reflexión y canción bajo el denominador común del rock, reflejando un amplio conocimiento del género en un abanico de personajes y sketches. También puede decirse que, en parte, parodia a la Argentina: muestra lo peor valiéndose de talento y picardía.
En esta temporada que recién empieza, la alcohólica Violencia Rivas se presenta como la precursora del punk, ya que en un show musical televisivo típico de los ’60 cantaba consignas anarquistas, mientras que Jaime de las Mercedes Cárdenas es un frustrado autor de la música del himno nacional que da con las melodías de Stairway to heaven (Led Zeppelin), Satisfaction (Rolling Stones) y Smoke on the water (Deep Purple), pero se las rechazan. En una parodia del reggaeton, Latino Solanas es un músico que intenta difundir el movimiento de los barrios latinos y que para componer se sirve de un “Diccionario de terminologías para compositores Latinos”, catálogo con “más de 4 mil formas de decir cómo una chica mueve el culo”. Nico Nuca, por su parte, remite a una juventud con buenas intenciones pero con presente y futuro incierto –al menos en el estudio- que busca imperiosamente crear algo para sentirse bien: se trata del líder de un grupo multidisciplinario de jóvenes que se juntan “para hacer cosas creativas” y componen temas “re jugados políticamente”...sobre los bigotes de Aníbal Fernández y los flequillos de “PalerMoe”. Entre las últimas novedades figuran Víctor Lazorna, un compositor demasiado cerebral y estructurado que debe escuchar más a su corazón, y Juan Pablo Jorge Martínez, fan de los Beatles que sacude el disco Abbey Road hasta que Ringo Starr cae de la tapa y lo demanda por las heridas. Sólo cabe esperar por Pepe Posta y Catastro Feroz, que todavía son una incógnita. En cuanto a los personajes clásicos, reapareció Micky Vainilla (cantante de pop que combina melodías similares a las de Miranda! con letras racistas), al que se le adosaron innovaciones como “Goebbels que buscan Goebbels” y el sistema GPSS, que permite llegar a destino evitando inmigrantes y pobres, claro está, doblando a la derecha. También volverán Pomelo, Bombita Rodríguez (el “Palito Ortega montonero”) y Luis Almirante Brown (célebre por su “Artaud para millones”).
Precisamente, como si se tratase de una paradoja de este último personaje, ya hay profesores universitarios llenos de pergaminos que utilizan pasajes del programa para ejemplificar los conceptos que desparraman en sus clases. Porque Peter Capusotto combina cierta intelectualidad, marginalidad y popularidad: se burla de los adolescentes pero también de los adultos, de los discursos, los artistas, los transgresores, los conservadores, los ’70, los heavy, los hippies, los punk, el folk y el pop, como así también de instituciones y situaciones cotidianas. Consigue hacer reír a los fascistas a los que parodia, y de paso los invita a reflexionar. Esto, que puede comprobarse en ámbitos cercanos, tiene una vigencia indiscutible en momentos en que el PRO propone una solución porteña a los problemas rosarinos y presenta con fuertes pautas publicitarias a sus referentes de la Bolsa de Comercio, en la mismísima ciudad socialista donde el primer mundo parece llegar en forma de countries, shoppings, casinos y torres vigilantes que elevan la autoestima de una ciudad de pobres corazones que sueñan con ser ricos y que se ve tentada por disimular a los pobres, tal vez cansada de que Puerto Madero quede en Buenos Aires. La oración más extensa del blog, la precedente, se justifica en la crítica social y en la coherencia que mantiene el ciclo, ridiculizando por igual a la derecha (Micky Vainilla), a la izquierda romántica (Bombita Rodríguez, Acá sí que no coje nadie, Beto Quantró), lo elitista y lo cabeza.
Diego Capusotto y el productor Pedro Saborido se paran y se amparan sobre un guión que llenan de discursos críticos y desopilantes y en una forma diferente de ver la vida: la propia de la mejor tradición del rock y del humor, donde la trascendencia se inscribe en la obra misma, tomada con lucidez, respeto y seriedad, incluso cuando se trata de provocar una sonrisa. Y aún así, con premisas que parecen ajenas a las modas, las formas y las fórmulas televisivas exitistas, son portada del segmento espectáculos de todos los medios y levantan el Martín Fierro. Por suerte, con sus declaraciones y sus acciones, estos tipos supuestamente volados e impregnados de absurdo parecen saber bien hacia dónde van, o al menos hacia donde no quieren ir. Que muchas bandas de rock transiten un sendero similar.
Por último, para dar una dimensión de la creatividad del ciclo, de yapa va un inventario -palabra más que justa- de los personajes y sketches hasta aquí no mencionados, aunque seguramente falte alguno: Soi Baba, Quiste Sebáceo, Ricky Balboa, Roberto Quenedi, Mimo Páez, Tentáculos, El humor de Keith Richards, la Iglesia del Antimilagro, El gran juego del rock, Influencias del peronismo en el rock, Una que sepamos más o menos, Los tres fumados, Rock Vs. Policía, Fútbol y rock, Lalo Ranni (“el doble de Copani”), Crema (cuya sensualidad lo lleva a conflictos con el Comfer), el Emo, Carolina Fan (que “antes de ser humano es una fan”), Beto Quantró, Pedo y Pablo, Miguel Ateos, el manager Tony Sorete, los Informes de Rolando Migraña, Marilina Toss, el Show de Video Marx, Nicolino Roche y los Pasteros Verdes (“sobremedicados incapaces de manejar un abrelatas pero que pueden llegar al éxito gracias al rock”), Juan Carlos Pelotudo (quien para aprender a tocar la guitarra y “ganar minitas” incursiona en el curso de guitarra por fax de Roña Castro y en el de canto de Mostaza Merlo), las “Técnicas improvisadas de enseñanza musical de la Academia del Prof. Acoso”, y Bobby McFerrum (a saber, personaje inspirado en Bobby Mc Ferrin, intérprete a capella conocido por su habilidad para crear efectos de sonido y compositor de la canción “Don’t Worry, be happy”, a la que la marca de pañales Huggies le cambió la letra).

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