Poco se sabe sobre la vida del pintor holandés Johannes Vermeer, y menos aún sobre las personas que aparecen en sus cuadros. Pero una de sus obras más famosas, "Joven con Arete de Perla" (cuya restauración en 1994 creó un leve escándalo entre la comunidad artística mundial) sirvió de inspiración a la autora Tracy Chevalier para especular sobre la enigmática figura que aparece en ese retrato, pintado a mediados del siglo XVII. La novela que salió de esa especulación ha sido ahora adaptada a cine y, afortunadamente, ha resultado ser una excelente película.
Mientras que algunos estudiosos suponen que la muchacha del retrato es la hija de Vermeer, la película propone que se trata de Griet (Scarlett Johansson), una joven de familia pobre, que por necesidad debe colocarse en casa del artista como parte de la servidumbre. Con el paso del tiempo, Vermeer (Colin Firth) se interesa en la joven, pero no sólo románticamente, sino en un plano más complejo, ya que en el caótico hogar del pintor (donde su suegra manda con mano de hierro) la joven Griet es la única que parece interesarse en el proceso creativo del artista, y no sólo en la remuneración económica que los cuadros producen. Sin embargo, la sutil relación entre Griet y Vermeer puede poner en peligro la estabilidad familiar si la suegra y la esposa del pintor se enteran de lo que ocurre...
La simplicidad de esta trama oculta en realidad una complicada dinámica de relaciones que es mejor no revelar, pues gran parte de la satisfacción que ofrece esta película radica en ir descubriendo tales relaciones y su influencia en las vidas de los personajes. Baste decir que, aunque parece un argumento predecible y bastante conocido, el preciso guión y las perfectas actuaciones se encargan de dar novedad y frescura a la trama, por no mencionar una intensa base emocional que se queda con el espectador aún después de que concluye la cinta.
Las virtudes de la cinta no están limitadas al guión o a las excelentes actuaciones (maravillosa la interpretación de la joven Scarlett Johansson). La dirección de Peter Webber es metódica, pero fluida, y a pesar del pausado ritmo de la cinta, en apenas 95 minutos logra acomodar un perfecto arco dramático que parece más largo, no porque aburra, sino porque logra tanto en tan poco tiempo. Y no podemos olvidar la cinematografía, que es lo primero que llama la atención. El director de fotografía Eduardo Serra logra, muy apropiadamente, que cada escena parezca una pintura, cuidando luces, sombras y composiciones con el esmero de un artista, pero sin descuidar las necesidades técnicas de cada escena. De hecho, es tan buena la fotografía que en más de una ocasión distrae de la trama. Las imágenes que se presentan son tan atractivas que tal vez roban atención a la narrativa.
La relación entre un artista y su musa se ha explorado bastante en el cine, pero pocas veces con la delicadeza y emotividad de "La Joven de la Perla", una de esas raras películas donde lo que no se ve, ni se dice, es tan importante como los hechos aparentes. Queda entonces por parte del espectador el sumergirse en la marea emocional de los personajes y reconocer sus ocultas intenciones y sentimientos. La experiencia será indudablemente sorpresiva y satisfactoria.
1 comentario:
Esta pelicula es fantastica. Vivo en EEUU y la vi cuando la estrenaron y me encanto.
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