Por Federico Aicardi
Todos los sábados de mayo y junio a las 22 en La Morada (San Martin 771, PA)se presenta Maldita sea (la hora) obra escrita por Julio Chavez, dirigida por Gustavo Di Pinto y Jorge Ferrucci y protagonizada por Cecilia Lacorte, María Laura Silva, Fernando Sierra, Damián Sanabria y Aimé Fehleisen.
El texto nace en plena crisis argentina. Epoca de inestabilidad política, del "que se vayan todos", de un Estado ausente, de asambleas barriales, de cacerolas golpeadas incesantemente, de muchos presidentes en muy poco tiempo, de la fuga de cerebros y de tantos hechos que parecen lejanos pero que aún nos duelen en algún lado de nuestra historia. Ese dolor se ve escrito a lo largo del texto de Chavez donde tres hermanos, una hija con deficiencia mental y el marido de una de las hermanas conviven en un sótano bajo el control de una madre que todo lo escucha y todo lo ve. Esa madre (oh casualidad, la época en que es escrita la obra es también la época del boom de gran hermano) no aparece nunca a nuestra vista pero si a nuestros oídos (escuchamos al mejor estilo "estás nominado" sus deseos y reclamos). Así las miserias que la convivencia en espacios reducidos hacen nacer se ven en a lo largo de la obra.
La puesta que Gustavo Di Pinto y Jorge Ferrucci realizan respeta ese clima claustrofóbico que los personajes tienen. Ellos necesitan salir por algún motivo pero hay algo ahí fuera que no se los permite. Es que es importante decir que es "algo" lo que no les permite escapar porque el "alguien" que los controla no poseé la fuerza necesaria para contener a toda una comunidad pero están tan acostumbrados al miedo de revelarse, a lo que pueda llegar a suceder, que el mejor control es el que nos autoimponemos. Es esa atmósfera de terror a lo desconocido, a lo que no podemos controlar, donde Maldita sea (la hora) encuentra su mejor rasgo y esto lo logra con una dirección de actores parejísima, donde ninguno se encuentra por encima de otro (si bien hay personajes que logran mayor complejidad en su devenir).
Pero hay momentos que la obra desaprovecha o elije no ahondar y en especial creo fundante uno: una de las hermanas encuentra sangre en la ropa interior de la hija que recién ha llegado de la plaza y este momento desaparece en cuestión de segundos a merced de otros tantos parlamentos de la dramaturgia de Chavez adaptada por la dupla Di Pinto/Ferrucci. Es que es un momento donde lo terrible golpea a todos los subterráneos, donde el afuera parece violar al ciudadano indefenso, donde el arriba abusa del abajo y, si bien puede ser una decisión hacer como que "no pasó nada", el mismo disimulo debería verse como tal. Lo terrible es siempre terrible aunque no querramos verlo.
Otra cuesión que creo relevante son las intervenciones de la madre que, debido a problemas de sonido, son difíciles de comprender. No entendemos muchas veces qué es lo que dice esta "gran hermana" y necesitamos escucharla porque es la voz que todos temen, son sus discursos los que a todos mueven o inmovilizan, es en su voz donde nos vamos a apiadar de los subterráneos.
Maldita sea la hora es una obra que encuentra en su costumbrismo, en su realismo cruel, en su desesperanzado abordaje de la realidad, eso que nos constituye como pueblo, como ciudadanos, como seres que habitan un espacio, aunque este, algunas veces, parezca subterráneo.
Si no pudiste escuchar la nota con Jorge Ferrucci en vivo... escuchala más tarde.
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