Hoy,
miércoles 30 de mayo a las 19 hs, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia se
presenta la 5ta edición de la revista “Apología”, y el primer número de “Sol de
Noche”, publicaciones alternativas que surgen a partir de la necesidad de construir un punto de vista que
permita abrir preguntas vitales, más allá del sentido común de la posición
progresista dominante que se manifiesta en lo político, en el arte y en nuestra
vida cotidiana.
“Harto de respetar tu mundo criminal” reza la
revista Apología, y “Más que para entrar en un mundo verdadero para salir de
uno falso” agrega “Sol de Noche”.
La presentación contará con al presencia del
periodista y escritor Enrique Symns,
legendario personaje del under porteño y creador de la mítica “Cerdos y Peces”,
quién brindará una charla que tendrá como eje al periodismo.
Dejamos, a modo de anticipo, un breve texto del
director de Apología, que reflexiona sobre su revista y sobre el periodismo en
general.
No podría precisar exactamente porqué
decidí armar Apología, una extraña revista que hoy tiene cinco números en la
calle, que funciona como un precario
pero aventurero laboratorio periodístico y que para mi sorpresa gusta a muchos
de los que la leyeron; puedo contar, en cambio, cómo fue su origen y qué
sentido tiene su publicación, si es que algún sentido tiene.
Una noche de verano de 2009, bebíamos
cerveza con un amigo y sólo por dejarlo conforme le respondí que sí, que cuanto
antes nos pondríamos a trabajar en una revista medio punk, tipo fanzine, pero
con algo de contenido periodístico y con un diseño un poco más prolijo. El
sería el diseñador y yo el “director”.
Aquella mentira maravillosa, que en un
principio me costó asumir, se convirtió de golpe en un pequeño barco en donde
navegar los días que con su espanto de tedio y rutina se imponían sobre mí (antes
que un periodista, un desesperado gritando amor, antes que un editor, un
inadaptado bailando al compás de su odio más sincero).
Sin saber casi nada de estilos
periodísticos ni de ediciones, armamos una revista que considero intensa y
valiosa; sobre todo, al verla solitaria en una ciudad donde los proyectos
periodísticos jóvenes son en su mayoría pequeñas imitaciones de viejos
esquemas, proyectos que si bien pueden ser buenos productos comerciales y hasta
correctos estilísticamente, lejos están de ser un grito profundo del alma de
quienes lo llevan adelante.
Jamás me interesó ver en mis
contemporáneos (ni en mí) un ejército de talentosos genios gestando milagros,
pero no me agrada para nada que se repitan esquemas donde lo propio nunca se
expresa. La exploración del abismo humano, la curiosidad por el mundo y el
desprecio por la actual estructura de las cosas son actitudes vitales que hoy escasean
en los nacientes proyectos.
Cada vez más, se prepara a los jóvenes
periodistas en la tarea de recibir y dar
mensajes como si fueran terminales complementarias de otras
computadoras; mensajes que no son propios y que han sido cuidadosamente
producidos para distraer a las personas del latido del nervio esencial de las
cosas: llenándonos de información externa, no nos permiten escuchar nuestra
“información” íntima, aquella donde nuestros deseos gritan su dolor y nuestros
sueños se persiguen a sí mismos en busca de lo maravilloso.
Esa búsqueda –imprecisa, extraña y muy
poco sistematizable- es el terreno en el que vive la revista. Preguntar es
desobedecer y narrar es descubrir. Por eso, siempre se proponen largas
entrevistas y mutantes crónicas con la sola idea de que la publicación sea en
su conjunto una evidencia del vació discursivo que domina la época y que nos
impide ver más allá de sus límites.
“¿QUÉ PASÓ CON LA COCAÍNA ?” es una crónica
que sirve como ejemplo de lo antes dicho. En ella relatamos el recorrido
habitual que un consumidor de bajos recursos debe hacer para conseguir su dosis,
y la incertidumbre de no saber qué carajo es lo que se está tomando. “Lo último que se toma es cocaína, pero qué
tomamos no sabemos”, se escucha en cualquier esquina de la ciudad, y eso es
exactamente lo que se plantea en la nota: el malestar ante lo podrido de las
cosas; no hace falta un especialista en drogas para contar lo que nos pasa,
nada mejor que los protagonistas y sus impresiones a la hora de explorar el
tema (“…hace algunos años, el problema
era dónde comprarla, cómo financiarla, que no te agarre la yuta, que el vicio
no te coma la cabeza y los pies… Hoy, a todas esas cuestiones, se suma el hecho
de que lo que se toma ya no es cocaína, sino sus residuos mezclados –en el
mejor de los casos-, con polvo de tubos fluorescentes” afirma el copete, para
luego meterse de lleno en las historias y conclusiones de los adictos, entre
ellos el mismo cronista).
“LA LIBERTAD ”, quizás el mejor escrito de todos los
números, explora la marginalidad urbana a partir de los personajes de la Plaza Libertad , sin
caer en esa nefasta visión de los medios hegemónicos que al entrar en un
territorio ajeno muestran a sus habitantes como “simpáticos” animalitos raros (“De día, una plaza más del centro de la
ciudad. De noche, un lugar donde la normalidad se zambulle de soslayo para
olvidarse por un rato de sí misma. Entre cuchillos y encuentros, dinero y
pasiones…).
“UNA CANCIÓN ES UNA EXCUSA PARA SER UN
LADRÓN” (entrevista con Chary, cantante de la legendaria banda marplatense Loquero)
y “ES MUY IMPORTANTE PERDER EL TIEMPO” (entrevista con Enrique Symns) son notas
cuyos títulos creo que sirven también para mostrar algo de lo que se respira en
la revista.
“Ojalá me encuentres cuando nada pueda
decirte” escribí hace un tiempo en una editorial, y esa frase quizás resuma nuestro
objetivo máximo: hablar es congelar, escuchar con el alma abierta al misterio
es atravesar el llanto primigenio de las cosas.
Sin mucho que decir por ahora, agregaría
para terminar que en cada número el staff fue distinto, y que al intentar
aventurarnos en las aventuras que se nos presentan, cada número puede entonces ser
el último como también el germen desobediente de algo por venir.
Adiós amigos, Santiago Beretta.
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