Habiendo alcanzado la edición número 33 de estos Apuntes de Arquitectura parece mentira no haber traído a cuento antes a uno de los llamados “Maestros de la Arquitectura Moderna” . Ante esta deuda, haremos una breve introducción a la obra del mítico Mies van der Rohe.
Nacido en Alemania a fines del siglo XIX, comienza realizando casas unifamiliares en su país natal basándose en un uso clásico del lenguaje y de las técnicas constructivas. El quiebre en su obra se da en el período de entreguerras, tras un viaje a los Países Bajos en donde descubre la arquitectura de Berlage. A partir de allí comenzaría a vincularse con distintos grupos de intelectuales vanguardistas como el Novembergruppe y los neoplasticistas de De Stijl. De esa época data el increíble proyecto para un rascacielos de cristal que simulaba perderse entre las nubes. Pero en su obra concreta recién sería tiempo de alejarse de neoclasicismos para introducirse en una dimensión un tanto más abstracta: comienza a ser evidente un nuevo modo de trabajar que se desarrolla mediante la intersección volumétrica de “cajas” de ladrillos de diferentes tamaños y proporciones, y que podemos ejemplificar con el monumento para Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Berlín y con en la casa Lange en Krefeld.
A base de un trabajo aplomado y minucioso, de la ejecución sumamente precisa de sus casas, Mies va forjando el reconocimiento de su nombre y a finales de los años ´20 recibe el encargo de proyectar el trazado del barrio experimental para la exposición del Deutscher Werkbund (asociación de la cual Mies fue vicepresidente): la Weissenhof Siedlung, en Stuttgart, en la que él junto a otros popes del incipiente movimiento moderno plasmarían sus propuestas. El resultado es un compendio de blancas y racionales máquinas de habitar.
En esta línea podríamos incluir la villa Tugendhat en Rep. Checa, que comparte un lenguaje común con sus contemporáneos al tiempo que comienza a develar algunos gustos personales: la claramente diferenciada estructura independiente y el uso de materiales nobles cómo mármoles, acero cromado y distintos tipos de maderas.
Es en 1929 que llega su merecida consagración, cuando proyecta y construye el pabellón alemán para la Exposición Universal de Barcelona. En esta pieza efímera, la vieja “caja” ya no explota en plásticos y complejos juegos formales, sino que termina por desaparecer definitivamente. Ya no existe un volumen compacto al cual perforarle ventanas y puertas. La composición espacial se ejerce en base a elementos geométricos bidimensionales: punto, línea y plano. La menor cantidad de materia para lograr los espacios. Los enormes paños vidriados como novedad, encargados de difuminar los límites entre interior y exterior. No podría demostrarse mejor la acepción que el propio Mies creara: menos es más.
Último director de la escuela Bauhaus de Dessau, hasta que el régimen nazi la clausurara, decide emigrar a los Estados Unidos donde es nombrado director de la Facultad de Arquitectura de Chicago. En su proyecto para el campus de esta Universidad, con la construcción de alguna de sus aulas y talleres, Mies continúa experimentando tanto con los materiales y sus técnicas cómo con la escala de sus obras. Así, ante la necesidad de generar espacios adecuados para albergar más usuarios explorara las posibilidades que brinda el acero pretensado (probablemente retomando los conocimientos adquiridos en sus comienzos de profesional como aprendiz de Peter Beherens, en construcciones industriales). Esta producción magnifica y poderosa lo catapultaría en el mundo profesional norteamericano. Será allí donde construya varios de sus hitos: entre otras, la casa para la señora Farnsworth [entre el ´46 y el ´51, en las afueras de Chicago] que fue ampliamente publicada y criticada, y el edificio Seagram [de 1958 en New York] que, rescatando su utópico rascacielos de cristal proyectado 40 años antes, generaría un paradigma que se popularizó a nivel global como “el” modo de hacer edificios corporativos: dando un paso adelante en el tradicional balloon frame de Chicago, construye una torre de estructura independiente y piel totalmente vidriada sustentada rítmicamente por perfiles de acero. Esta tipología genera también una nueva forma de apropiación del suelo, ya que crea un retiro a modo de plaza, un inédito espacio público que permite visualizar mejor la obra (pasando a ser la “imagen de la corporación” en sí mismo) al tiempo que encuentra un oasis en medio de esa jungla de concreto.
Una de sus últimas obras fue la Neue Nationalgalerie [Berlín, 1968] en la que nos encontramos con un Mies ya maduro. Continúa empleando el acero como único elemento estructural (columnas y cubierta), y aunque el edificio podría remitir una vez más a una “caja” de hierro y vidrio (prototipo creado con la casa Farnsworth) la actitud de mover las columnas unos metros hacia los puntos medios del perímetro desarticula el volumen, al tiempo que crea un juego de estabilidad cuando con sorpresa observamos la pesada cubierta prácticamente en pleno vuelo sobre nuestras cabezas.
Las enseñanzas de Mies van der Rohe aún viven con fuerza. No sólo sus formas de construir perduraron, sino que fueron sus preceptos los que profesionales del mundo entero abrazan aún, como símbolo de simpleza y efectividad. El uso mínimo de los recursos para lograr arquitecturas potentes y poéticas fue su regalo hacia nuestra disciplina.
Si no lo pudiste escuchar en vivo... escuchalo más tarde.
25 agosto 2011
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2 comentarios:
Este año me vine a Baires pero los sigo escuchando on line.- Siempre es un gusto!!! ceci
IM PRE SIO NAN TE ! muy bueno la verdad chicos! en cada capitulo los arquitectos se superan. Una pregunta, Mies construyó algo en Argentina? Saludos y sigan así. Santiago Maggio
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