La identidad de la arquitectura Rosarina es el resultado de un intercambio inter-generacional de ideas. Para hablar de una generación joven, es decir arquitectos entre los 30 y 40 años, hay que hablar primero de las influencias que determinaron su punto de vista de la arquitectura Rosarina. (Todos ellos ya han pasado, o pasarán pronto por MTQN)
1er Momento: Las adaptaciones modernas del 60
En 1956 la facultad de arquitectura de Rosario reemplaza el anticuado currículum Beaux-Arts por las experimentaciones de la Nueva Bauhaus; de alguna manera esta es la facultad que todavía tenemos hoy y en la cual nos educamos los arquitectos de mi generación. Tres egresados en aquellos años son importantes para nosotros:
Augusto Pantarotto: siempre hemos mirado su obra, especialmente Luz y Fuerza (Paraguay 1050. Año:1967). Anclados en el lenguaje plástico de Le Corbusier, proporcionalmente compactados y ortogonalmente estructurados, la fuerza plástica de sus edificios nos anima.
Jorge Scrimaglio: nos ha sorprendido siempre con sus sistemas lógico-materiales que funcionan a construcción pura; toda su obra son máquinas arquitectónicas radicales. La Casa Lavalle (Lavalle 880. Año 1968) es un referente insoslayable para nuestra generación.
Aníbal Moliné: nos influye desde su obra profesional y desde su incansable labor docente, ha enseñando a muchos de nuestra generación que hoy se destacan en concursos y congresos. Aricana (Buenos Aires 934. Año 1968) es un ejemplo de su obra.
2º Momento: Las expansiones conceptuales del 90
A principios de los 90, un grupo de arquitectos–llamados Grupo R- organizó ciclos de conferencias de figuras internacionales (entre ellos Enric Miralles y Álvaro Siza) que generaron debates ineludibles para nuestra generación. Para nosotros, tres arquitectos de este grupo han funcionado como imagen a seguir, como tutores y formadores; nos han ayudado a consolidar nuestra posición en la disciplina:
Gerardo Caballero nos ha movilizado desde su presencia activa, su obra construida y sus concursos premiados. Su arquitectura trabaja con registros modestos, formaliza las relaciones visuales entre entorno urbano y objeto arquitectónico. La Plaza Santa Cruz (Mendoza y Colón, Año 1989), con su actitud mínima en lo material y formal nos explicó que otra arquitectura era posible.
Marcelo Villafañe nos sorprende hoy con casas de geometría blanda y techos movidos al viento de la pampa, pero a principios de los 90, La Casa Seoane (Alvear entre Urquiza y Tucumán, Año 1990) marcó una exploración de rigor geométrico y compromiso urbano que aún hoy resuena en nuestra generación.
Rafael Iglesia es sin duda el arquitecto de mayor proyección internacional. Su obra se conecta con cuestiones primordiales: el suelo, la gravedad, el peso; trabajan a presión, a roce, a fricción. Su Clínica de Calle Mitre (Mitre 220, Año 1991) es una piedra “entre el racionalismo y sus fundamentos” que hará que nada sea igual para nuestra generación.
3er Momento: La nueva generación
Esta introducción de 6 obras la hago desde el ahora, desde una nueva generación que ha aprendido a hilvanar los datos de una manera particular para crear una mitología propia.
La generación a la que pertenezco se ha formado en la universidad pública democrática de la década del 90. Rosario era una plataforma de ideas abiertas con gran presencia de publicaciones y arquitectos extranjeros. Alguno de nosotros se formará luego en el extranjero, trabajos en Europa, formación en escuelas norteamericanas; otros abrirán espacios de producción locales. Todos participamos de esta historia con nuestras interpretaciones de las obras locales, complejizando lecturas con influencias propias. Todavía es muy pronto para decir si aportaremos un nuevo eslabón a esta secuencia, pero alguno de los nombres incluidos en esta ocasión nos permiten abrir esperanzas. Destaco, sólo por ahora, 3 nombres:
Diego Arraigada: Las bases de la producción Arraigada son claramente diagramáticas. El diagrama organiza procesos de conformación material de variada complejidad y adaptabilidad, permite proponer sistemas geométricos abiertos que demuestran su aplicabilidad en tanto son puestos en juego. El carácter lúdico la búsqueda de Arraigada encuentra clara demostración en su experimentación constante, ya sea gracias a la variación provista por la especulación paramétrica digital o la construcción física de maquetas de gran escala, incluso 1 a 1. Esta experimentación conceptual es lo que aleja su producción de los maestros locales. Si para una generación anterior, encarnada con fuerza en la figura de Jorge Scrimaglio, la conformación de sistemas lógicos constructivos en ladrillo perseguía aquel momento elusivo de verdad tectónica; Arraigada simplemente experimenta. El diagrama utilizado como puente entre vanguardia contemporánea y arquitectura vernácula es la propuesta de su producción.
Nicolás Campodónico: La producción de Campodónico encuentra tal vez su máxima expresión en la obra construida. Si bien sus dibujos a mano alzada son poéticamente sugestivos, si bien sus series de maquetas de estudio (desarrolladas generalmente con cartón gris) demuestran exploraciones de gran claridad y si bien sus planos constructivos son de una precisión pasmosa; es en la obra construida donde encontramos la verdadera magnitud del acontecimiento arquitectónico que se nos propone. En la obra de Campodónico cada material tiene su posición, se articula con sensibilidad y claridad tectónica en el juego estructural propuesto, la luz de cada momento del día saca a relucir la potencia fenomenológica de sus cualidades. Pero donde todo parecería ser justo o simplemente preciso, una curva nos saca de posición. Aquí recordamos esos croquis tan sugestivos del principio, y dudamos que toda esta seriedad arquitectónica no sea sino solo una fachada para una sensibilidad mucho más juguetona de lo que se nos deja ver en principio. El hall del edificio de Calle Maipú es en realidad un gran juego formal de curvas en el espacio: puro juego plástico en medio de la “verdad” tectónica.
Juan Germán Guardati: La obra arquitectónica de Guardati sorprende por lo radical de su restricción. En momentos en que la arquitectura puede en realidad hacerlo todo, Guardati excluye opciones como punto de arranque. Su paleta de formas, geometrías, materiales y colores es reducida conscientemente para lograr un punto de sugestión espacial cercano a lo abstracto. Pero esta no es una arquitectura dura o fría, todo lo contrario, habitándola nos da una sensación de calidez que bienvenimos. Las formas son cuadrados, la geometría son subdivisiones claras, los materiales son hormigón y ladrillo, el color es blanco. Esta paleta conforma casas que se presentan como volúmenes contenidos, un poco rígidos, un poco secos, que en realidad protegen interiores blancos llenos de luz modelada con gran sensibilidad por lucernarios y ventanas que permiten miradas controladas al paisaje de la pampa; los otros colores entrarán por la ventana o por los muebles, el azul del cielo, el verde del césped, el rojo de un sillón: cosas simples, un regalo en estos tiempos tan complicados.
Juan Manuel Rois
Rosario, Agosto 2011
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