Por Federico Aicardi
Entre 1947 y 1948 George Orwell escribió su célebre novela “1984” dando forma a términos como Gran Hermano, omnipresencia o policía del pensamiento, lo que nunca hubiese pensado Orwell es que sesenta y pico de años después estos términos podrían transformarse en un paliativo para el ser humano que no soporta vivir como el noventa y ocho porciento de la población mundial, o sea, en el anonimato.
Endemol logró que el “ojo que todo lo ve” se transforme en esa “voz que todos conocemos”, el interlocutor de los participantes de ese reality show (show que, en teoría, retrata la realidad) que tiene en su logo un ojo pero que ya podría haberse transformado en un trampolín ya que todos sus participantes se inscriben en ese programa para dar ese salto ornamental hacia la fama que tanto se desea.
Pero por suerte, y de esto sabrá Roland Barthes y su “muerte del autor”, no existe UNA lectura de este fenómeno, existen tantas lecturas como lectores haya y así podemos presenciar la lectura que realizaron las integrantes del grupo “El eslabón perdido” y que presentan todos los sábados de Junio y Julio en el Cultural de abajo (San Lorenzo y Entre Ríos).
Monoambiente es un trabajo que nos invita a encontrarnos con un concurso que ocurre dentro de un departamento de un ambiente (obviamente) donde cuatro mujeres compiten para obtenerlo en un juego del que no conocemos las reglas y que es controlado por un hombre que sólo aparece desde un televisor blanco y negro. La atmósfera que se respira a lo largo de la obra tiene ribetes de fábula post-apocalíptica, de campo de concentración del siglo XXI (esos campos a los que nos inscribimos voluntariamente) donde con toda la premeditación del mundo se escogen los participantes que construyen el más variopinto mapa de la argentinidad.
Así, un personaje habla de la inseguridad, otro es el reo de los barrios más humildes, otro sólo cree en la trascendencia del espíritu y el último no puede desconectarse del universo 2.0 y todos ellos hablan de nosotros, o de lo que de nosotros se comunica por los medios.
Pero lo más curioso del trabajo del grupo integrado por Melina Playa, Romina Bozzini, Gina Chesta y María Florencia Sanfilippo (en las actuaciones) y Marina Lorenzo en la dirección es la atmósfera Beckettiana cuando a la temporalidad me refiero. Alguna vez el dramaturgo y escritor Irlandés, Samuel Beckett, dijo con respecto a la noción de tiempo que “con seguridad digo que si nada pasara no habría tiempo pasado, y si nada acaeciera no habría tiempo futuro, y si nada hubiese no habría tiempo presente”. De esto podríamos concluir que el tiempo como noción esta íntimamente ligado a los hechos a los que remite pero: ¿Qué pasa cuando el hecho que se sucede no es registrado o no existen testigos del mismo? o ¿sucede algo cuándo no sabemos cuándo está sucediendo? Ahí es donde monoambiente encuentra su marca especial, en el planteo filosófico del tiempo.
No es el encierro ni las temáticas abordadas desde el discurso, no es el miedo ni la competencia entre los personajes, es el abordaje de un tiempo que no es tiempo, de un concurso que no es concurso, de algo que nadie recordará porque nadie lo presenció, porque nadie estuvo allí para contarlo y porque, en el más cruel de los sentidos, algunas veces cuatro paredes desconocen el tiempo.
Si no pudiste escuchar la nota con Marina Lorenzo en vivo... escuchala más tarde.
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