La entrada es gratuita y pueden retirarse hasta dos entradas por persona, en la boletería del teatro de 10 a 13 hs.
Apoyado contra un muro porteño, Manu Chao entona “Si yo fuera Maradona” ante la mirada entre atónita y emocionada del mismísimo Diego que se encuentra de pie, en la vereda, a metros nomás. Emir Kusturica los filma e incluye la escena poco antes del cierre del largometraje que le dedica en 2008 al genio del fútbol mundial. De esta manera, el cineasta bosnio convierte en propio el homenaje del cantautor francés y, por si quedara alguna duda, confirma la admiración incondicional que siente por el ídolo argentino.
Maradona por Kusturica contradice cualquier teoría sobre las exigencias de imparcialidad, neutralidad, objetividad que debería acatar quien realiza un documental. Mejor aún, sugiere la posibilidad de que semejante contravención termine arrojando resultados más consistentes, ricos, originales -y por lo tanto interesantes- que una producción “comme il faut”.
La subjetividad transmite pasión y, en este caso, la pasión se convierte en motor de un trabajo que dura años y que consiste en un acercamiento paulatino, devenido en relación estrecha. La calidez, la paciencia, la curiosidad, el entusiasmo propios de un hincha diestro y respetuoso hacen que el crack se relaje, se abra, se comprometa, se sincere, se confiese.
Como los buenos entrevistadores, Kusturica pregunta y calla; deja hablar. No interrumpe ni contradice. A lo sumo se engancha en algún chascarrillo.
Una vez más, Maradona cuenta anécdotas sobre su infancia pobre en Villa Fiorito, su vida familiar, su trayectoria futbolística, sus goles más famosos, su experiencia italiana, su adicción a la cocaína, su estadía en Cuba, sus encuentros con Fidel Castro. Conocidas en su mayoría, las imágenes de archivo se cuelan entre los testimonios que el astro comparte con el cineasta nacido en Sarajevo y con una traductora-intérprete.
La animación humorística del recordado baile a los ingleses en el Mundial ‘86 funciona como separador efectivo entre tanto material. En cada aparición, el corto en forma de collage incorpora un nuevo personaje “gambeteado”, ridiculizado, vencido (Margaret Thatcher, la Reina Isabel, el Príncipe Carlos, Ronald Reagan, Tony Blair, George W. Bush) y anticipa el retrato de un Diego politizado que opina sobre la guerra de Malvinas, la revolución cubana, el intervencionismo norteamericano, y sobre nuestra dirigencia criolla.
Por un lado, es muy probable que Maradona por Kusturica apunte al público internacional, a quienes sólo conocen al Diez por sus malabares en la cancha. De ser así, los cinéfilos extranjeros sabrán apreciar el retrato que el director y guionista bosnio hace del jugador argentino.
Por otro lado, éste es el tributo de un fan a su ídolo. Más allá de cualquier intención biográfica o informativa, el objetivo de transmitir admiración, gratitud, emoción, empatía está ampliamente cumplido.
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