Capítulo IV
No nos gusta fomentar el sedentarismo a nuestro alrededor. La tardecita nos recibió con una leve pero suficiente lluvia que no impidió nuestra decisión ya tomada de cambiar de destino inmediatamente. Seguíamos en El Bolsón, en un camping que era el patio de atrás de una casa de un hippie que te cobraba la estadía. Teníamos que patear 20km más al Sur, salir de Río Negro para habitar un día y medio en Lago Puelo, ya era Chubut.
Al equipaje pesado le dimos raje e hicimos viaje sin tanto ropaje. Es que lo dejamos en la carpa de unas chicas neuquinas que estaban con nosotros, total regresábamos y de yapa nos íbamos como una pluma. Solamente la mochila cargada al hombro.
Bajo el agua por la ruta y cercados por las nubes veíamos también la montaña que provocaba como una cortina inmensa de lluvia. A veces tirábamos un dedo para ver que onda, incluso sospeché por nuestra forma de actuar que más de uno debió haber imaginado esa seña como una necesidad nuestra de tomar alcohol. Nada que ver.
Gafas, un nylon abraza mochila, botella con agua potable creemos, doble media y nos detenemos para una foto intrascendente en el momento pero seguramente será objeto de adoración cuando volvamos a la rutina urbana.
Ni caminamos 4km que un Falcón negro o gris (estaba indescifrable) se detuvo a darnos una mano con nuestro objetivo. Cuando el conductor nos vió, era similar a Christopher Lloyd, quiso que viajemos cómodos y se le ocurrió entonces abrir el baúl para meter las mochilas. Jaló el botón de la guantera para sacar un destornillador y con eso destapó la parte trasera del auto para dejar las pertenencias. Entraban 2 atrás por eso terminé de copiloto (con los pies sobre una caja de taladro) y observé claramente cuando Christopher arrancó el auto con el mismo destornillador que había sacado de la guantera. Definitivamente laburaba.
Llegaba con su Falcón hasta la zona “céntrica” de Lago Puelo y ahí teníamos que hacer solamente 2km para llegar hasta el Lago, nuestro lugar para acampar y pasear. Nos acostumbramos a no mojarnos y estábamos con más tiempo de lo que suponíamos así que nos refugiamos en un mercado que estaba medio descontextualizado. O sea, lleno de góndolas con muchísimas variedades y hasta un formoseño (el carnicero del super) que ganaba casi 2 lucas quincenales por 6hs diarias. Es cierto que al estar en zona petrolera todo es bastante más caro pero eso no quita la sorpresa que me llevé al escucharlo.
Estar en otro lugar del mismo viaje genera un impulso entre nosotros que es contagioso. Afuera uno se quedó con los bolsos y con mí otro amigo resolvimos invertir sin pensar en ver la billetera al otro día: ananá para acompañar al ron que había sobrado de la noche anterior, 3 botellas de martini heterogéneas en su contenido y muchísimas provisiones cosa de no andar mendigando con la mirada a nuestro alrededor.
Salimos con ganas de empaparnos un rato, así que la risa debajo de un diluvio para este momento era más que un impulso. Además en las mochilas teníamos un montón de bolsitas pero la idea de hacer algo a la parrilla iba a mantenerse flotante de la misma manera. Estábamos preparados para encender lo que venga.
Ahora estamos igual, solamente que tengo que dejar de escribir para ir a buscar un poco de leña al bosque. Así de paso tengo argumentos para no lavar los platos..
15 de enero de 2008 - esta vez nos acordamos de clavar las estacas
10 marzo 2008
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