31 octubre 2013

Sacrificio: No harás pacto con ellos ni con sus dioses.


Por Federico Aicardi

Émile Benveniste, aquel lingüista que todos creemos francés pero que era sirio, planteaba que en el momento en que decimos “yo” estamos, automáticamente, creando un “tú” y siempre nos referenciamos a un “él” y si nos salimos un poco de las categorías de la lingüística pura y dura podemos transpolar a todo tipo de situación espacial, temporal, situacional, etc. Si yo planteo un “ahora”, es porque hay un “antes” y un “después”, si planteo un “iluminado” es porque hay un “oscuro” y si planteo un “afuera” es porque hay un “adentro”. El ser humano funciona antinómicamente (si no lo creen así, basta con mirar la tele, lugar en que siempre existe un “nosotros” y un “ellos”) y desde este lugar es necesario pararse para comprender “Sacrificio: No harás pacto con ellos ni con sus dioses” obra escrita y dirigida por Carlos Chiappero y protagonizada por Lorena Rey, Josefina Invaldi y Natalia Esquenazi.
La obra nace en un adentro bien marcado, casi claustrofóbico, donde ellas acaban de hacerle algo a él, algo que no se sabrá nunca por qué pero que a esta altura a nadie le importa porque está hecho y en este “adentro” el perdón es simple de conseguir. Así Julia (Natalia Esquenazi), Nina (Josefina Invaldi) e Irene (Lorena Rey) discuten sobre el fin de algo finalizado, sobre el destino de alguien cuyo destino no existe, sobre la posibilidad latente de que los de afuera se enteren, sobre el niño y sobre “EL”, el único EL merecedor de mayúsculas, Dios. Pareciese que estás mujeres que todo lo pueden en estas cuatro paredes no sólo se encuentran atrapadas en su casa sino, también, bajo la mirada del que todo lo ve y el sueño del que todo lo duerme.



Sacrificio encuentra sus puntos fuertes en las actuaciones, desde el primer momento en que Irene ingresa a escena no podemos sacar la vista de ella, de un potente estado de angustia que Lorena Rey consigue y que sin perderlo irá matizando a lo largo de la obra con enojo, amor y desesperación. Nina será la más fría de todas, tan fría que pidamos conocer ese otro lugar que nunca aparece y Julia, un ser casi bipolar, que se dirime entre la paranoia y la grandilocuencia con la facilidad de un ser torutrado.
Pero así como las actuaciones dan un punto fuerte existe también algo confuso en el trabajo, esto es una temporalidad que no queda clara. Si bien la escenografía y vestuario remiten a un tiempo pasado, tiempo que no sabemos exactamente cuándo transcurre, el texto se dirime entre un lenguaje actual y un de época donde el espectador no termina de sentirse en un momento y, de esta forma, se le dificulta ingresar a la fábula planteada.
Sacrificio… es un trabajo profundo e interesante que nos adentra en un microcosmos denso y oscuro, donde todo parece posible, donde el “afuera” amenaza y donde “ellos“ acosan . Un espacio que se va haciendo cada vez más pequeño, cada vez más imposible, cada vez más nada hasta que esa misma “nada” sea todo o lo único que quede.

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