08 septiembre 2011

Apuntes de arquitectura N34 - Marcelo Villafañe

“Entre lo lógico y lo caótico”, así define el rosarino Marcelo Villafañe su trabajo. Y ésta tensión se verifica en toda su producción, que oscila entre la arquitectura y las artes plásticas.
Villafañe (recibido de arquitecto en la UNR en 1975), fue discípulo del artista Julio Vanzo y tiene una contundente obra plástica, que, como su obra arquitectónica, se define en formas libres que rozan la abstracción. Las formas, primero cercanas al expresionismo abstracto, se van volviendo cada vez más concretas pero extrañas, curiosa combinación de seres orgánicos y huellas indescifrables. En sus últimas pinturas, estas figuras, sin embargo precisas, se plasman en grandes telas donde danzan sobre profundos fondos oscuros que penetran en el espacio.
Allí es donde encontramos una de las constantes de ambas producciones: estos contornos recuerdan a las plantas de sus casas. En la aparición de perforaciones en algunos de sus lienzos, a la manera de Lucio Fontana, quien llega a Villafañe a través de Vanzo, se confirma otro de estos encuentros. Los orificios (realizados con huesos de caracú) materializan la voluntad espacial y la ironía que animan toda la obra de Villafañe.
También encontramos en sus casas una particular sensibilidad en el uso de la luz, casi como un material constructivo, que verifica este ida y vuelta desde la arquitectura hacia la pintura y viceversa: “al arte le debo ser arquitecto, al arquitecto mi ignorancia propia de las artes…” escribe Villafañe, confirmando una inusual frescura en la mirada sobre estas disciplinas.



En su producción arquitectónica podemos rastrear la influencia de sus “maestros”: Augusto Pantarotto y Jorge Scrimaglio. Su manejo del espacio es sutil pero audaz, resultado de una gran libertad en el trazado de las plantas, pero con una exactitud y un sentido de la escala que terminan por cerrar una obra, en su mayoría doméstica, que nunca olvida que es el hombre a quien está destinada. Así, su obra se construye con visuales, transparencias, sombras arrojadas y texturas que muchas veces son producto de cavilaciones provenientes de pensar la arquitectura desde la lógica de los mampuestos (ladrillos, bloques de hormigón y otros sistemas constructivos) y también de un minucioso registro por las condiciones ambientales. Es en los sistemas constructivos donde Villafañe encuentra como subvertir el pensamiento tradicional, donde estos métodos estrictos le permiten, casi como un juego, encontrar la oportunidad de verlo todo desde otro ángulo. De nuevo, la luz juega un papel fundamental y aparece tamizada por tramas de ladrillos, por listones de madera laminada o por bloques que no están donde deberían. Como en la obra de Scrimaglio, estos factores terminan siendo el tejido con el cual se construye.
En este sentido, sus reflexiones sobre la naturaleza de ciertos productos industriales como la madera laminada, originan cubiertas, escaleras, mobiliarios y aberturas que buscan soluciones nuevas a viejos problemas, explotando al máximo las cualidades del material desde una lógica pragmática, lejos de especulaciones estéticas.
Hombre de su tiempo pero con las raíces firmemente plantadas en nuestro territorio, supo reinterpretar tipos tradicionales como la casa de campo desde una óptica contemporánea, rescatando la esencia de estas construcciones a través de una desprejuiciada utilización de la geometría, que se verifica en la audacia con que diseña tanto las plantas como las cubiertas de estas casas. Casas en la pampa con profundas galerías y techos de chapa (“techos que saben volar…”, escribe Juan Manuel Rois), cuyas huellas quebradas tienen la firme voluntad de atrapar algo de ese horizonte infinito que se escapa siempre.
En contraste, sus casas en la ciudad responden a las condiciones impuestas por el loteo urbano, convirtiéndose en objetos vueltos sobre sí mismos, poco permeables hacia el espacio público, regidos por una estricta geometría.

Villafañe también incursionó en proyectos a escala urbana, siendo ganador en 1997 del Concurso Nacional de Anteproyectos para el área de la ex Unidad IV, en la costa central de Rosario y obteniendo menciones y premios en otros concursos.
Siempre atento a lo que ocurre a su alrededor, en los años 90 formó el ya nombrado Grupo R, junto con Gerardo Caballero, Rafael Iglesia y Marcelo Perazzo, entre otros. Su obra ha sido publicada en nuestro país, en toda América y en Europa, fue invitado en representación de Argentina a diversos congresos y bienales y dirige desde su fundación la revista 041.
Por su estudio pasaron muchos estudiantes y jóvenes arquitectos que hoy son profesionales y docentes de reconocida trayectoria, pero que, de una u otra forma, tienen otra mirada sobre la disciplina.

Si no lo pudiste escuchar en vivo... escuchalo más tarde.

2 comentarios:

COLO dijo...

Muy bueno e texto, pero no coincido en eso de que no hay "especulación estética". Nada de moralismos muchachos! Todo es especulación estética en Villafañe y a mucha honra!

Carla dijo...

acuerdo con el comentario anterior .... no nos olvidemos que la arquitectura, es la más vieja de las artes y que con las otras compartió, alguna vez, el título de bellas...ahí está la magia.
me gustó el programa!!!! felicitaciones!!!!