Capítulo VIII - La modernidad nos desnuda un nuevo cambio social
Hoy: "Las mujeres coquetean hasta que se dan cuenta… y otras conjeturas"
Es evidente que con el paso del tiempo ambos géneros actúan y se comportan al revés. Es decir, el rol que asumía el varón antiguamente fue tomado hoy por la mujer.
Es una época en que los quioscos de revistas y diarios se ven ocupados en sus portadas por mujeres dispuestas a desprenderse de cualquier prenda íntima para lograr todo centro de atención que tapa alguna idea informativa o interpretativa. Algo cambió y las cosas cambiaron. Los juguetes se rompen en el primer roce o ya casi ni se usan. La radio dura hasta que se rompe o aparece una nueva y en esta vorágine vemos que se extingue esa idea del amor fiel y eterno entre dos personas del sexo opuesto.
Para mi ex-profesor de Historia Óscar Guzmán, el presente se asemeja al mundo animal: “En su reino siempre es la hembra la que seduce y el hombre el que corteja, nosotros hemos cambiado esos roles, y ahora andamos todos un poco perdidos”. Y avisa: “Nadie duda que la mujer siempre ha sido el motor de cualquier familia. No quiero echar balones fuera, pero si antes fallaba la mujer fallaba todo. Ahora no ha cambiado tanto, lo que ocurre es que estamos pendientes de nosotros mismos mirándonos el ombligo y dejamos en un segundo plano a la pareja: primero mi libertad y después mi pareja”. La psicóloga Lydia Guzmán agrega que “hasta vivir ese momento de compartir un sentimiento similar con otra persona ha cambiado” y señala la insensibilidad actual: “Tanto es así que cuando los dejan, el dolor que tienen los hombres es el de alguien que ha perdido una propiedad, que fue usurpado. No le duele tanto la ausencia de la persona amada como la posibilidad de que esa persona pase a otras manos”.
La función femenina es mucho más versátil y lo vemos políticamente con la presidencia de Cristina o el liderazgo opositor de Carrió. “Así, las mujeres deportistas quieren ser modelos y posan en las portadas, las vedettes que buscan ser políticas y políticas que prefieren posar para revistas masculinas, el caso es que la disipación femenina reluce a más no poder y además tanto política como económicamente la mujer va ejerciendo cargos al mismo nivel que el hombre”, cuenta la psicóloga Guzmán.
La revista More de Gran Bretaña sacó a relucir que el 70 por ciento de las mujeres británicas se divierten seduciendo a sus colegas o superiores para combatir la rutina. Por esta razón Lucas Alberti, cantante de Mononinos, utilizó la descarga verbal: “Entonces el hombre siempre sospechará que le están tirando onda y cuando se cansa de ese jueguito, la mujer se escapa. Y después creemos que fue un ataque de histeria”. Guzmán acepta que el aspecto femenino es raro y confiesa: “Tenemos como una energía poderosa y extraña que por instantes parece no tener ningún tipo de límites”.
Alberti opina sobre esa desmitificación de que las mujeres siempre seducen al hombre y relata: “Podría decir que los movimientos que realizan, los juegos, la capacidad de generar la ilusión por un escote, o una sonrisa, o por el simple y sensual brillo de unos ojos de mirada cómplice, son completamente inconscientes”. Entonces apunta: “Entran y nosotros junto a ellos, en una vorágine de completo delirio. No podría pensar que son tontas y que no se dan cuenta del poder que están ejerciendo. Lo saben, sin saberlo”. Luego “se repelen cuando el hombre quiere o manifiesta aclarar esa confusión” o aceptan para seguir poseyéndolo “pero de una manera más cercana”, ironiza el músico.
Fabricio Simeoni, escritor y poeta, define con una palabra lo que a las mujeres le gusta de los hombres. Para él, los hombres las usan para abordarlas y “desbordarlas”. Tiene que ver con la impunidad. “Ellas suponen, en el acto potencialmente previo al de la concreción, que no habrá castigo posible. Ni la sutileza, ni la escatología. Ni el surrealismo, ni la cursilería. Ni lo extremadamente poético, ni lo pornográfico. Como si intentaran siempre salir indemnes: algo así como una especie de término medio, equilibrio, entre aquellos extremos. Les gusta saber que, uno supone, no habrá sanción ni censura”, aclara Simeoni. Una mirada rockera como la de Leo, simplemente un amigo mío, en cambio asegura que el amor existe pero apartado de todo y de todos porque “para vivirlo hay que estar en una isla como si fuera Lost”.
La psicóloga indaga sobre el cambio en el género femenino y describe: “Influye su nueva forma de actuar y me refiero sobre todo a las chicas más jóvenes “veinteañeras”, con los pantalones caídos al estilo Harlem para dejar la lencería por fuera del mismo y cigarrillo caído en los labios, ojos arrugados debido al humo, muy al estilo masculino”. En consecuencia la seducción crece porque el rol protagónico de la mujer es cada vez más indudable. En ese sentido Alberti confiesa: “Mientras nos mantuvimos indiferentes, todo su poder encandiló nuestra situación. Pero al mínimo gesto de interés, el desvanecimiento, la disolución del fuego convertido en indiferencia. Eso es raro y una verdadera pena”.
Y una diputada alemana, que pertenece al partido más conservador, acaba de plantear como proyecto que el matrimonio dure legalmente siete años, porque se ha calculado que es más o menos lo que dura el amor: luego de ese lapso, propone que el contrato matrimonial se venza; quien quiera renovarlo, puede hacerlo; quien no lo renueva, queda desvinculado de su pareja sin trámite mediante. Así habrá menos divorcios.
Ya nada pareciera ser para siempre en esta era pos-moderna. Ni el amor, ni los juguetes, ni las radios.
11 mayo 2008
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