Por Federico Aicardi
Los domingos de otoño casi siempre se transforman en un día para la introspección, muy pocas razones nos empujan a salir del ensimismamiento que el último día de la semana provoca y nuestras moradas se transforman en pequeños (o grandes) búnkers que resguardan nuestra depresión de cualquier ataque de felicidad que provenga del exterior. Pero la profesión que uno ejerce hace que la obligación de levantarse de la silla y dirigirse al destino en cuestión decida que esta batalla entre la depresión y la felicidad dominguera la gane la felicidad.
Este fue el resultado de mi visita al Cultural de abajo (San Lorenzo y Entre Ríos) el pasado domingo eleccionario a las 19:30 donde fui a presenciar “La canción del camino viejo” del grupo línea de tres (reminiscencias futboleras son evidentes) integrado por Santiago De Jesús y Severo Callaci bajo la dirección de Miguel Franchi.
El espectáculo es un viaje melancólico, tierno, divertido y lleno de amor fraternal entre Cuqui y Titi Taboloni, dos hermanos que, luego del fallecimiento de su padre, se hacen cargo de una gomería ubicada al costado del camino viejo. Este camino ha dejado de ser transitado y la apertura de un nuevo centro integral de mantenimiento automovilístico, repleto de máquinas de última tecnología y servicio profesional ha hecho que la clientela de la gomería donde transcurre el devenir de los personajes haya desaparecido.
Pero si algo tienen los protagonistas de la obra es esperanza, la canción del camino viejo suena con una melodía esperanzadora que linda con la ingenuidad infantil. Mientras Cuqui tiene planes para triunfar en el negocio de la música con su “chow” que vende a cuanto evento social se ofrezca, Titi juega con una perra imaginaria mientras recuerda aquel gol que metió en aquella final. Todo esta teñido del color que tienen los deseos, ese color que no es exacto y que es difícil de describir pero que hasta el más daltónico de los seres vivos reconoce.
Línea de tres decide hacer algo que no es moneda corriente en nuestra ciudad y es contar una historia. En otras épocas el teatro se conformaba de eso, de historias que eran contadas para que nosotros podamos transitar otras ciudades, otras realidades, otras voces. Nos permitía identificarnos con el odio que fulano le tenía a mengano y queríamos que el protagonista se quede al final con la chica. No sé si con el advenimiento del cine, la televisión, el pay per view y los millones y millones de videos que plagan la Internet las historias empezaron a retirarse de las tablas y empezaron a reinar las estéticas, los estilos teatrales, las escuelas de actuación. Las respuestas al “¿qué fuiste a ver?” comenzaron a ser del tipo de “un absurdo”, “una comedia”, “un trabajo experimental” y dejaron de ser “una en que el pibe se casa con la piba pero los padres no quieren”. La canción del camino viejo es eso, una historia en la que los hermanos luchan contra el progreso que no reconoce realidades más que la propia, luchan con lo que tienen, con lo que pueden, con lo que les dejaron.
Terminamos de ver la historia del camino viejo con congoja, con una sonrisa, con un nudo en la garganta, con la nariz tapada y con la satisfacción de que todavía dos actores y un director pueden construir un mundo.
Si no pudiste escuchar la nota con Santiago De Jesús en vivo... escuchala más tarde.
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