Nuestro homenajeado en esta entrega de Apuntes de Arquitectura llega desde Uruguay para enseñarnos su obra, profunda, lírica y atrapante. Puede ser que el nombre de Eladio Dieste no le diga demasiado a nuestros escuchas, y es quizá por esa misma razón que estamos deseosos de darle el valor que realmente amerita su figura, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que le adeuda la arquitectura moderna en Rosario y Latinoamérica. De todos modos, Dieste no fue arquitecto sino Ingeniero y en este caso no es una diferencia menor, ya que sus obras combinan una rica sensibilidad con la técnica más precisa y vanguardista.
Nacido en 1917, en el departamento de Artigas, y egresado de la Facultad de Ingeniería en 1943 tiene un momento de quiebre en su carrera profesional cuando colabora con Antonio Bonet, arquitecto catalán y personaje clave para el desarrollo de la modernidad arquitectónica en Argentina y Uruguay. Partiendo del punto donde se entrelazan los preceptos de su maestro Le Corbusier con la tradición constructiva de su Cataluña natal, trabajarían en Uruguay realizando en conjunto una obra basada en sistemas de bóvedas corridas de ladrillo. Esta experiencia genera un interés especial en Dieste, que vislumbraría las potencialidades de este material, así cómo un significado personal e ideológico.
A diferencia del hormigón armado (material moderno por excelencia), el ladrillo ya era un material “popular” en muchos lugares del mundo, gracias a su factura relativamente simple y económica. Entonces su despliegue creativo devendrá de la intención de llevar al límite sus posibilidades estructurales, combinándolo con el hierro. Ya en su primer obra nos encontramos frente a una personalidad madura y resuelta: la Iglesia del Cristo Obrero en Atlántida [1958] se manifiesta con una plasticidad asombrosa, desafiando la lógica constructiva más tradicional. Sin embrago sus formas ondulantes en muros y cubierta no son sólo un ardid formal, sino que cumplen una función precisa: simplemente, los pliegues continuos tienen una resistencia estructural mayor que una disposición plana y esto le permite crear grandes espacios interiores sin columnas intermedias.
Siguiendo este camino experimentará variantes de mayor o menor complejidad, pero siempre con resultados impresionantes: “galpones” con cubiertas que se abren facetadamente para alcanzar largas distancias y crear accesos de luz natural al interior (Gimnasio Municipal de Durazno); inmensas bóvedas que parecen levitar apoyadas únicamente en un punto (Terminal de buses en Salto); sutiles detalles para inventar texturas y artefactos cuya función es la de introducir la iluminación del exterior, tamizándola y generando calidez en los interiores (Iglesia de San pedro).
Pero estas obras arrojan también otra lectura; con ellas podemos hacernos una idea muy aproximada del perfil social y humano de Dieste: todos estos programas tienen en común la vocación de albergar grandes cantidades de público. El objeto arquitectónico sólo esta completo cuando está siendo utilizado…es en ese momento que se produce la comunión de lo colectivo: personas reunidas en plena construcción del momento, bajo un refugio realizado por la repetición sistemática de un elemento modular; cada partícula individual cooperando en pos de un fin común.
El Ingeniero Eladio Dieste falleció en 2000, a los 82 años en Montevideo, habiendo girado el mundo brindando conferencias sobre sus experiencias. Acompáñennos, este jueves en MTQN, a conocer un poco más sobre la vida y obra de este maestro de la Arquitectura Latinoamericana.
2 comentarios:
desde el sur helado del sur, les mndo un cálido abrazo
cralos, el arquitecto que hoy no fue
Que buena falta pegaste!!! Donde estas puntualmente de vacaciones Carlos? Saludos de mtqn
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